Narra richard
Apenas Emma salió de la casa, sentí como si me hubieran pegado tres tiros directos al pecho. Me recosté contra la pared del patio y me dejé caer, deslizando la espalda hasta que mis piernas no aguantaron y toqué el suelo, la cabeza baja, el pecho apretado. El aire me faltaba. Toda la rabia, el orgullo, y el dolor se me enredaban como una cuerda que me asfixiaba.
No podía creer que Emma se hubiera ido así. Que me hubiera mirado con esos ojos llenos de odio... y decepción. Me sentía partido en mil pedazos, pero no dije nada. ¿Qué iba a decir? ¿Que todo esto fue un malentendido? ¿Que yo no quería que las cosas fueran así?
Silencio, hasta que James rompió el aire espeso con su voz llena de furia:
—A ver, ¿alguien me puede explicar qué mierda acaba de pasar? ¡¿Cómo así, Richard?! —dijo él, con las manos apretadas en puños. Estaba al borde de explotar.
Nadie contestó. Nadie movió ni un pelo. Yo tampoco, porque, ¿qué les iba a decir? Solo me quedé ahí, tragándome la culpa y el vacío. Carrascal, Lucho, hasta Jannia estaban tensos, callados, como si esperaran a ver si yo daba alguna explicación.
—Ehh... —balbuceó Lucho, intentando decir algo, pero yo lo interrumpí antes de que se metiera en lo que no le importaba.
–No digas nada —murmuré entre dientes, como si eso pudiera arreglar algo.
Pero entonces Jannia habló, cruzándose de brazos y lanzándome una mirada cargada de desprecio.
—No, lucho , no lo tape, porque bien sabe lo que hizo. ¿Por qué no le cuenta a James cómo fue que le hizo creer a Emma que quería algo serio con ella? Pero en realidad, ¿qué? Nada de seriedad, pura mierda. Porque mientras Emma pensaba que ustedes estaban construyendo algo, vos estabas metiéndote con otras —dijo Jannia, la molestia en su voz tan clara que hasta me quemó.
James se acercó hacia mí, con una expresión que pocas veces le había visto. Antes de que me diera cuenta, ya me había agarrado de la camisa y, con solo jalarme, me levantó del suelo.
—¡Yo confié en vos, parcero! Te confié a Emma, que es como una hermana para mí, y vos venís y le haces esto. ¿Cómo es que te da la cara para estar en este círculo, ah? —dijo, con los ojos inyectados de rabia.
Quise decirle algo, excusarme, explicar, pero las palabras no salieron. No sé si me dolía más darme cuenta de que mi mejor amigo tenía toda la razón o saber que yo mismo me había puesto en esta situación. Solo lo miré en silencio, sin moverme, sin defenderme, porque ¿qué iba a decir? Todo lo que tenía estaba hecho mierda.
—Ey, ey, calmate, mano —dijo Carrascal, tratando de apartar a James de mí.
—No me vengas con esa, Carrascal. Ustedes también se hacen los de la vista gorda, sabiendo bien cómo estaban las cosas entre ellos dos. Sabían lo enamorada que estaba la otra y, aun así, le acolitaron todo a este man. ¡No me jodan! —gritó James, su voz quebrándose.
James me soltó con un empujón y dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza.
—¿Sabes qué, Richard? Muy bueno que te haya hecho esto. Te lo tenés bien merecido. —Y me señaló con el dedo, como si eso sellara su sentencia.
Me quedé mirándolo, sin saber qué hacer, con la cabeza llena de imágenes de Emma y yo, de todos esos momentos que ahora parecían humo. Recordé el día que la conocí, la manera en que ella me miraba, el brillo en sus ojos, y me di cuenta de que esa luz ahora se había apagado por mi culpa.
Intenté defenderme, aunque la voz me salía rota.
—Oigan, escúchenme... las cosas no son tan simples. Emma es todo para mí, ¿ustedes no entienden eso o qué? Yo... no sé qué me pasó. Yo nunca quise hacerle daño —dije, la voz bajita, casi inaudible.
—¿Todo para vos? ¡No me vengas con esas, Richard! —replicó James con una risa sarcástica, incrédulo—. ¿Así es que cuidas lo que te importa? ¿Con mentiras y cagándola? Eso no es querer, eso es ser un pendejo que solo piensa en él mismo.
—Tenes el concepto de amor bien retorcido — dijo jannia
Las palabras de James me dolieron más que cualquier golpe. Porque tenía razón. Todo este tiempo yo había tenido a Emma creyendo en algo que yo mismo no supe manejar, y ahora la había perdido. Ella estaba ahí afuera, con un corazón roto, y yo sin poder hacer nada para remediarlo.
Carrascal me palmeó la espalda en un intento de consolarme.
—Mirá, parcero, de nada sirve que te sigas torturando. Lo hecho, hecho está. Pero tenés que pensar si de verdad querés arreglar esto con ella o si solo estás jodido porque tu ego no te deja aceptar que la perdiste.
Lo miré, tratando de encontrar algún sentido en sus palabras.
—Yo... yo quiero que me perdone. La necesito —murmuré, mirando al suelo, como si allí encontrara una respuesta.
—Entonces hacé algo bien por primera vez y dejá de hacerte la víctima —dijo Jannia, mirándome sin ninguna compasión—. Mirá, Richard, Emma te quería, ¡de verdad! Y vos solo te aprovechaste de eso. Pero ella no se merece el desastre que le hiciste pasar, ni vos tampoco tenés derecho a arrastrarla en tus problemas.— y sin más entró a la casa
Sabía que tenía razón, pero escucharlo en voz alta me golpeó como una bofetada. No me quedaba nada más que hacer. Simplemente me quedé allí, sintiéndome derrotado, como si cada palabra de ellos hubiera quitado otro pedazo de mí.