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La habitación estaba en silencio, solo el suave sonido de nuestra respiración rompía el aire. Nos quedamos así, envueltos en una mezcla de tensión y tranquilidad. Sentía el calor de su cuerpo pegado al mío, su mano aún en mi trasero, y su cabeza descansando en mi cuello. Yo jugueteaba con su cabello, sintiendo cómo su respiración poco a poco se volvía más lenta, más tranquila.

—¿Te vas a quedar dormido o qué? —le susurré, esperando que no se apagara así tan rápido.

Él se movió un poco, levantando la cabeza apenas lo suficiente para mirarme a los ojos.

—¿Y qué más va a pasar si ya estamos así de cómodos? —me respondió con su acento paisa, medio adormilado, pero con ese tono juguetón que no lo dejaba ni cuando estaba al borde de quedarse dormido.

Lo miré con una ceja levantada y una pequeña sonrisa, y antes de que pudiera responderle, sentí cómo su mano se movía lentamente, esta vez subiendo por mi espalda. Se quedó quieto un momento, solo observándome, como si estuviera esperando a ver qué hacía yo.

—No se haga el bobo —le dije, empujándolo levemente con el codo, pero sin mucha fuerza.

—¿Qué bobo? —me contestó él, volviendo a acercarse, su boca apenas rozando la mía.

Justo en ese momento, el sonido del celular de Richard vibró en la mesita de noche. Él soltó un suspiro pesado y me dio un último beso rápido en los labios antes de estirarse para ver la pantalla.

—Es James... —dijo con tono cansado, y luego miró la hora—. Son casi las cuatro de la mañana, pues.

Lo miré con cara de sorpresa.

—¿Cuatro ya? —pregunté, casi sin creerlo. No había sentido cómo pasaba el tiempo.

—Ajá —respondió, dejándose caer de nuevo sobre la cama.

—Bueno, entonces ya acuéstese bien y deje la bobada —le dije, acurrucándome más cerca de él.

Nos acomodamos, él todavía medio tambaleándose por el alcohol, pero esta vez más calmado. Apagó el celular y lo tiró sobre la cama, abrazándome por la cintura.

—Mañana nos toca irnos temprano, ¿no? —le dije, recordando la salida a la cabaña.

—Sí, tranquila, yo lo arreglo todo —me contestó entre susurros, su voz apagándose poco a poco.

El sueño empezó a ganarle la batalla, y antes de que me diera cuenta, ya estaba profundamente dormido, su respiración tranquila y acompasada a mi lado. Yo, en cambio, tardé un poco más en quedarme dormida, mirando el techo y pensando en lo raro que era estar aquí con él, en esa habitación oscura, después de todo lo que había pasado en la noche.

Pero al final, el cansancio me venció, y poco a poco, mis párpados se cerraron.

A la mañana siguiente, el sol entraba tímidamente por las cortinas de la habitación, iluminando el cuarto con una luz suave y cálida. Me moví lentamente, sintiendo el peso de Richard todavía abrazado a mí. Me dolía un poco la cabeza, probablemente por el guaro de la noche anterior y el desvelo. Me desperecé suavemente, tratando de no despertarlo, pero él hizo un pequeño ruido y se movió un poco.

—Mmm, quédate quieta, que está rico aquí —dijo Richard con voz ronca, apenas abriendo los ojos.

Me reí bajito. —No sea flojo, mijo, que tenemos que irnos a la casa de James —le dije, apartando un mechón de mi pelo de la cara.

Él se quedó un momento más con los ojos cerrados antes de estirarse con pereza. —¿Ya es hora? —preguntó, mientras se frotaba la cara con las manos—. Ush, qué guayabo...

—Ajá, y todo por estar tomando tanto anoche —le dije, levantándome de la cama—. Ya casi todos se levantaron, escucho a los demás en la sala.

Richard se incorporó lentamente, todavía medio adormilado, y se pasó las manos por el cabello, intentando despejarse. Lo miré y no pude evitar sonreír; el man parecía un completo desastre.

—Anda, que te ves como si te hubiera pasado un bus por encima —le dije, riéndome.

—Ja, muy chistosa, ya verá cuando me recupere —respondió él, haciendo un gesto dramático de dolor en el pecho antes de levantarse y dirigirse al baño.

Mientras él se refrescaba, yo recogí un poco las cosas que tenía por ahí tiradas de la noche anterior, guardando algunas cosas en mi mochila. Había una energía tranquila en la casa, como si todos estuvieran todavía recuperándose. Desde la ventana, podía ver el cielo despejado y el sol reflejándose en la piscina. La casa-cabaña se sentía como un paraíso, un lugar donde todo parecía detenerse, alejado del caos de la ciudad.

Después de unos minutos, Richard salió del baño, todavía con el cabello mojado y más despejado. —Listo, ya podemos irnos. ¿Y Jannia? ¿Ya nos está esperando? —preguntó.

—Sí, ya está afuera con los otros, debe estar con James y los amigos —respondí, mientras me colgaba la mochila al hombro—. ¿Te sientes bien? Pareces mejor.

—Pues más o menos, pero después de un buen desayuno, ya estaré al 100% —dijo con su típica sonrisa de medio lado.

Salimos de la habitación y nos unimos a los demás en la sala. Ahí estaban Jannia, James, Carrascal, y Daniel Muñoz, conversando animadamente. Santiago Arias y Jhon Durán estaban preparando algo en la cocina.

—Vea, los dormilones por fin despertaron —dijo James, lanzándonos una mirada cómplice mientras se reía.

—Deje de molestar, James, que anoche la fiesta estuvo buena —respondió Richard, chocando su puño con el de James.

—Ajá, pero ya estamos listos pa' irnos a la casa, ¿no? —preguntó Jannia, levantándose del sillón.

—Sí, sí, vámonos antes de que el sol nos agarre y nos toque manejar con todo el calor —dijo Daniel, dándose una vuelta mientras agarraba sus cosas.

Recogimos todo lo necesario y salimos al exterior, donde los carros ya estaban listos. El plan era ir y seguir la rumba en la casa de James. El grupo estaba emocionado, y a pesar de la resaca de algunos, se sentía la expectativa de pasar un buen rato.

Cuando finalmente llegamos, listos para el desorden. El equipo de sonido ya estaba instalado, y no faltaba mucho para que el ambiente volviera a comenzar.

—Bueno, señores, ¿quién quiere un guaro para arrancar el día? —gritó Carrascal con entusiasmo, sacando una botella de aguardiente.

—Tan temprano— respondí dejando caer la cabeza

El día prometía, y aunque todavía estábamos medio adormilados

Snapchat - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora