A la mañana siguiente, el sol se colaba sin piedad por las cortinas de la habitación. Apenas entreabrí los ojos, sintiendo un dolor de cabeza feroz. Al voltear, vi a Andrés dormido a mi lado.—¿Qué hice? —susurré, llevándome la mano a la cabeza mientras intentaba recordar los detalles de la noche anterior.
Me levanté de la cama en silencio, me vestí apresuradamente, y busqué mi celular entre el desastre de la noche anterior. Al abrir Snapchat, sentí que me quería morir. Notificaciones y mensajes de Richard inundaban la pantalla.
—¿En serio me estás haciendo esto? —leí en uno de sus mensajes.
—¿Quién es ese man? —otro mensaje saltó en la pantalla.
—Emma, contésteme, por favor.
—Voy a ir a su casa si no me responde.Suspiré, sintiendo cómo se apretaba el pecho con cada mensaje. Cerré el teléfono y decidí no contestarle. Salí de la habitación y me dirigí a casa aún con el eco de la noche anterior y el peso de todo lo que había pasado.
Al entrar, encontré a Sofía en el sofá, mirando algo en su celular. Intenté pasar de largo, pero ella levantó la mirada y me habló.
—Mis tíos están donde la abuela. Se quedarán unos días —dijo, observándome.
Asentí, sin responderle mucho, y me dirigí a mi cuarto. Dejé el bolso tirado y me metí al baño para ducharme. Necesitaba despejarme.
Frente al espejo, me observé, y solo veía a alguien agotado, emocionalmente drenado. Todo lo que podía pensar era en Richard y en cómo me había traicionado. Me puse los audífonos y dejé que la música llenara el silencio, intentando no pensar en él, pero cada línea de la canción me hacía sentir peor. Las lágrimas comenzaron a brotar, el dolor en el pecho aumentaba.
"Después de darte amor, vino el castigo..." resonaba en mi cabeza. Me dejé caer en el suelo, abrazándome a mí misma, sintiendo cómo el mundo se me venía encima. ¿Cuánto tiempo me estuvo mintiendo?
No sé en qué momento me quedé dormida en el suelo, hasta que escuché unos golpecitos suaves en la puerta. Me levanté, con los ojos hinchados, y abrí.
Era Sofía, con un plato en la mano.
—Toma, hice algo para que comas —dijo, extendiéndome el plato con una expresión de comprensión.
—Gracias —murmuré, aceptándolo.
Sofía me miró con preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó, observándome.
Asentí sin ganas de responder, y ella solo dijo:
—Cualquier cosa, estoy en mi cuarto —antes de alejarse.
Suspiré, me tiré en la cama y comencé a comer las pastas lentamente mientras las lágrimas volvían a brotar. La música seguía sonando en mis audífonos. El teléfono no dejaba de vibrar. Jannia, Richard, Andrés... todos llamando. Pero no tenía energía para nadie.
Al día siguiente, el sonido de la alarma fue brutal. Recordé que tenía clases y un parcial importante, pero estaba agotada. Me vestí rápidamente y llegué a la universidad con la mente aún nublada. Al entrar al salón, el examen ya estaba en mi mesa.
Me senté y suspiré, tratando de concentrarme. Agarré el lápiz y miré la primera pregunta, pero las palabras se mezclaban en mi cabeza, y la imagen de Richard volvía a aparecer. Me froté los ojos, intentando mantenerme despierta, pero todo me superaba.
La clase terminó, entregué el examen casi vacío, y el profesor me detuvo al ver la hoja incompleta.
— ¿qué está pasando? —preguntó, con tono preocupado.
—Solo... solo no me pude concentrar —respondí con voz apagada, tratando de evitar su mirada.
—Pero tú sabes que puedes hacerlo mejor que esto —dijo, un poco más suave—. ¿Hay algo que te esté afectando?
Mi mente se llenó de todo lo que no podía decirle. Solo asentí en silencio, sintiéndome derrotada.
—Si necesitas ayuda, puedes hablar con alguien, Emma. No quiero verte perder el semestre por algo que se puede resolver —añadió el profesor con un tono comprensivo.
Asentí de nuevo, agradecida por su paciencia, pero incapaz de responder. Salí del salón con un nudo en la garganta y una mezcla de rabia, tristeza y cansancio. Era como si cada paso fuera más pesado que el anterior.