Estaba tratando de controlar mi respiración y no caer en un colapso de desilusión, no tenía que ponerme así. Michael me había llamado para cancelar nuestra cita disculpándose porque no podría venir ya que entre los planes de su madre había una comida familiar. No me enojé, sabía que no podía ir en contra de su madre, pero no podía negar que me sentía decepcionada. Tenía el pensamiento de hablarle a Ashton para que sustituyera a Michael, pero sabía que no podría ser posible porque seguía saliendo casi todos los días con aquella chica que todavía yo no conocía. Pasé ambas manos por mi rostro y suspiré pesadamente. Ahora no tenía ni un plan para evitar aburrirme. La casa estaba sola, mi madre seguía en su oficina de trabajo y llegaba hasta las ocho de la noche porque siempre tenía que ver los expedientes de sus pacientes para ver sus avances. Esto era lo malo de ser hija única, no tener a nadie que te haga o le hagas la vida un desastre, pero aun así no te haga sentir tan sola como el pan de sándwich que nadie quiere. Caminé hasta la cocina para abrir el refrigerador y ver que podía comer por entretenimiento, me prepararía algo y me iría a la sala a ver algún programa sin sentido de la televisión. Saqué mermelada de fresa, cajeta, chispas de chocolates y crema de maní, cerré la puerta del refrigerador, bajé el pan y tostadas para llevar todo a la mesita de estar, me senté en posición de loto en el suelo y prendí la tele, con una cuchara comencé a untar crema de maní en unos de los panes y después mermelada, y hacer eso con todas las mezclas, muchos dirían que esto era extraño o incluso asqueroso, pero el sabor resultaba extravagante. Unos golpes suaves en la puerta principal me dieron una pequeña esperanza de que fuera Mike. Me levanté rápidamente del suelo que ni siquiera me di cuenta que llevaba en mi mano la cuchara y el trozo de pan, puse el trozo de pan entre mis labios y abrí la puerta. Las esperanzas fueron sustituidas por una pequeña sorpresa al ver a Peeta parado en frente de mí. Fruncí mi entrecejo y él elevó unas de sus cejas acompañando su rostro con una sonrisa de lado.

— ¿Cocinando, Everdeen? — se burló. Negué con la cabeza e hice un ruido sonoro, él rió y con unas de sus manos tomó el pan de entre mis labios y lo quitó. Con la yema de su dedo pulgar limpió la comisura de mis labios y el ardor se apoderó de mis mejillas. Peeta miró el pan y frunció sus cejas — ¿Es maní con mermelada?—Ahhmm... — estaba desconcertada por el simple hecho de su acción y de igual manera por tenerlo aquí. Sacudí todos los pensamientos de mi mente y me obligué a mí misma a volver a la realidad.

—Sí, es una mezcla...
—Rara — interrumpió completando mi frase, asentí y él se encogió de hombros.

—Pero es deliciosa.— ¿Deliciosa?—Igual me gusta — explicó, sin nada más, le dio una mordida a mi pan.

— ¡Hey! —Me quejé —Era mío.
—Era — recalcó. Le saqué la lengua y sonrió — Infantil. — ¿Qué haces aquí? Creí que estabas enojado conmigo por lo que pasó en el instituto.

—Tu torpeza es algo que no puedo evitar... — habló desganado — Fui a la casa de un amigo y tomé éste camino, me acordé que tu casa quedaba por aquí y decidí tocar la puerta para ver que sorpresa me traía la vida — explicó diciendo lo último con ironía.

—Se supone que no tienes amigos — ataqué. El chico solo chasqueo y mordió de nuevo el pan. Divisé por encima de su hombro que su moto estaba estacionada y comprendí todo. Nadie más dijo nada y ahí nos veíamos de nuevo en silencio, yo mordiendo el interior de mi mejilla y solamente el ruido de él masticando. Di un suspiro profundo y hablé:— ¿Vas a pasar?
—En realidad se me ha ocurrido una idea, ¿quieres venir? — sugirió dando la ultima mordida a mi pan.— ¿A dónde? — inquirí.

—Solo ven — insistió dándose la vuelta caminando hacia su moto.Tuve que pensar rápidamente en qué hacer, pero al final de todo, me veía regresando a la sala para apagar la televisión, tomar mi celular y salir de la casa.

—Estoy casi en pijama — me quejé. Peeta se dio la vuelta y me miró neutro.

—Te ves bien con cualquier cosa, al menos para mí — se encogió de hombros y se montó. Mis mejillas tomaron un color carmesí y reprimí una sonrisa —Sube, solo intenta no recargarte en mi espalda. Le hice caso a su indicación un poco dudosa pasando mis manos por su cadera y sin apoyar mi rostro en su espalda, todavía sentía un poco de inseguridad, no por parte de él, sino de las demás personas que venían en dirección opuesta. Iba oscurecer en unos pocos minutos y tenía que avisarle a mi madre si no es que quería otro castigo. Peeta detuvo la moto poco a poco mientras frenaba y aceleraba a propósito.

— ¡No hagas eso! — regañé tajante.

—Es divertido sentir como te sujetas a mí aún con más fuerza — dio una carcajada y le di un manotazo en su espalda. Él dio un quejido deteniendo por completo la moto y sentí sus músculos tensar, entonces mi rostro cayó con culpabilidad y a la vez entendiendo todo. — ¿Lo hizo de nuevo? —susurré. Pe no dijo nada, seguía con sus manos en los extremos de la moto, pero apretando las manijas lo demasiado duro para hacer notar las venas en ellas. Me sentí mal, al igual que sentí el enojo e impotencia emanar mi cuerpo, detestaba saber que Peeta estaba en un mal momento y yo no podía hacer nada para evitarlo, habían cosas que aún no entendía, pero tenía en claro que su padre no debía golpearlo al grado de lastimar su piel, ¿qué ocurría por la cabeza de ese hombre? Me bajé de la moto y me posicioné a un lado de él, su rostro estaba caído mirando hacia el suelo, puse mi mano sobre su hombro y sus músculos se relajaron. Una lágrima descendió por su mejillas y mi corazón se rompió.

—Ésto no estaba entre mis planes — murmuró. — ¿Qué cosa?— pregunté sin entender.

—Verme así, enterarte que no he tenido una buena semana — acotejó alzando la mirada hacía mí — Pero prefiero no hablar de eso — movió su cabeza y pasó el torso de su mano por sus ojos —¿Cómo te ha ido con Michael? —En realidad no quiero hablar de él — confesé. — ¿Por qué? Ha sido espectacular la forma en que te pidió que fueras su novia — admitió con una sonrisa de lado — Me alegra que seas feliz con él, al menos no todos son caras tristes. No tenía nada que decir ante sus palabras, me sentía incomoda hablar del chico con cabello azul, no podía negar que estaba feliz por ser su novia. Había deseado tanto serlo, pero ahora que por fin lo era, no se sentía bien, creo que al negarse a verme me hacía sentir más atracción a él.

—No es lo mismo ¿sabes? Yo también prefiero no hablar de eso — me abracé a mí misma y le dediqué una sonrisa torcida a penas elevando la comisura de mis labios. Peeta se bajó de la moto y se acercó tan solo a unos centímetros de mí, apreciando bien la escena y el momento, él era casi dos cabezas más alto que yo, siempre lo había sido. — ¿Tan incómodo es el tema?— murmuró con la voz ronca enviando una sensación de electricidad por todo mi cuerpo — ¿O lo es el momento?No podía articular ni una palabra, mis ojos miraban fijamente los suyos sin parpadear, y no podía hacer otra cosa que respirar y parpadear.

—Peeta... A penas susurré, cuando sus labios tocaron los míos, de nuevo. Sabía que tenía que detenerme, decirle a mis pies que se alejaran, a mi mente que reaccionara, y que mis labios no se movieran, pero todo eso se fue al caño cuando el contacto de los dos, era uno solo. Otra vez nos movíamos al compás sintiendo el mundo detenerse y solamente nosotros dos moverse, tranquilo, pero arrollador, así era este sentimiento que sentía y así era Peeta.

Él se detuvo y alejó su rostro unos centímetros de mí, lamió su arito mirándome y elevó una de sus manos a mi mejilla para acariciarla con la yema de su pulgar.

—Katniss — pronunció lento y suave — Nos estamos destruyendo de la forma más hermosa y bella que hay, ¿te das cuenta? —Creo... — balbuceé todavía tratando de asimilar lo que había dicho.

—Estamos creando nuestro propio Boulevard, solo que éste tendrá un final para uno de nosotros, y déjame decirte que no me arrepentiré. Y volvió a unir nuestros labios, creando una perfecta tormenta con dudas, preguntas y sin respuestas en mi cabeza. 

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora