Katniss

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—¿Desde cuándo sabes hacer pasteles? — demandé a mi madre
mientras me apoyaba sobre el mesón, viéndola batir la mantequilla con azúcar glass.

—Tuve que hacer algo en mis tiempos libres— sonrió —. No podía quedarme todo el tiempo aquí encerrada, a veces hay que
distraerse, Katniss.
Pulí una sonrisa diminuta y desvié mi vista hasta mis uñas, necesitaba pintarlas de nuevo, y también dejar de morderlas.
Últimamente lo hacía cada que me ponía nerviosa o me sentía presionada. Solté un bostezo e intenté subirme al taburete, pero el celular de mi madre alumbró la pantalla seguido de un sonido avisando que un nuevo mensaje había llegado, sin que ella me lo pidiera, fui por él. Le eché un vistazo y levanté mi vista hacia mamá con una ceja enarcada.

—¿Tienes visita hoy? — cuestioné — ¿Por eso estás haciendo el pastel?

—¿Visita?— preguntó confundida. Dejó a un lado las cosas y lavó sus manos para tomar el celular —. No recuerdo... — inició y me miró preocupada —. Oh, Dios mío. Se me olvidó por completo.

—¿Qué cosa?

—Tengo una plática personal con un familiar de mis pacientes, se
me olvidó que vendría hoy a la casa— dejó el celular en el mesón y comenzó a desesperarse —. Se supone que así habíamos quedado.
Necesito solamente arreglar la sala y dejar de hacer esto.

—¿En serio dejarás todo esto así?— acotejé apuntando todo el
desastre que había en la cocina— ¿Acaso es muy importante?
¿Qué ocurre con tu paciente?

—Cariño, mi trabajo es importante— me miró—. Y atiendo a su hermana, es muy importante para él. ¿Por qué mejor no me ayudas? Limpia aquí, mientras voy a bañarme. ¿Si? Te amo.
Ella salió de la cocina y yo me quedé ahí de pie, sintiéndome
indignada por el quehacer que me había encomendado. Solté un
suspiro y comencé a guardar las cosas. Dejé todo en su lugar y,
finalmente, limpié el mesón. Me quedé apoyada sobre este y mi
vista viajó hasta mi muñeca.

Ahí estaba. El collar que me había regalado. Había decidido llevarlo en la muñeca como brazalete, ya que hubieron tres ocasiones en que se enredó con mi cabello.
"Pasé cerca de una tienda que vende cosas sobre el mar y me
dio la curiosidad de entrar. Dijiste que te gustaría practicar buceo y a mi nadar con los delfines, así que compré un collar de gamuza sintética con un dije de delfines y otro que simboliza el buceo, tu llevarás mi sueño y yo el tuyo."

Al recordarlo me sentí mal, me sentí triste y deseé volver a repetir
esa escena. Deseé ver de nuevo su rostro, sentir su piel y volver a
percibir su olor. Quise verlo sonrojado y como el nerviosismo se apoderaba de él mientras trataba de afirmar que eso no era
romántico. Sólo quería un día más con él. Un día a su lado. Sólo uno.
Intenté hacerme la fuerte y alejar todos los recuerdos, pero era
imposible cuando casi en un mes se cumplían los tres años de su
fallecimiento.
Cubrí mi rostro entre mis manos y ahogué un sollozo. Esto era
imposible. Cuando creía que ya todo estaba mejor y que podía
continuar sin que me doliera, todo resultaba ser peor, siempre era
así, la caída se sentía mil veces por el simple hecho de que una
pequeña ilusión crecía en ti.
Tomé un respiro hondo y bajé mis manos. Tenía que tranquilizarme,
no podía echarme a llorar y dejar que los pedazos de mi corazón se
hicieran añicos.

Pasé las yemas de mis dedos por debajo de mis ojos y me dirigí
hacia el fregadero de la cocina para lavar mi cara y eliminar
cualquier rastro de llanto, sin embargo, mi nariz roja me delataba. Odiaba que se pusiera de tal manera en tan poco tiempo.
Me quedé apoyada sobre el fregadero durante varios minutos, hasta que escuché como mi madre bajaba por las escaleras. Acomodé mi cabello y salí de la cocina para llegar hasta ella.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora