Peeta.
Recuerdo que cuando era pequeño, Jack solía molestarme demasiado, aunque él siempre había cuidado de mí, sabía que yo en ocasiones era demasiado molesto, pero mutuamente así era nuestro afecto el uno con el otro. Al entrar casi a la adolescencia nos hicimos inseparables, ya no contábamos mucho con Ben, pues él, como hermano mayor, ya había hecho su vida muy a parte, sin embargo, nos seguía visitando y el contacto con nuestros padres no se perdía. El apodo Pushi se me fue dado gracias a que Jack descubrió que me molestaba, no tenía idea de cómo se le había ocurrido, pero desde el día en que me llamó de tal forma y yo terminé arrojándole un vaso de agua, él había decidido que ese sería la forma en que me molestaría el resto de su vida. Y vaya que lo cumplió.
Cuando tenía trece años, Jack me llevó por primera vez a aquel lugar. La verdad era que yo no me consideraba una persona romántica, o que viera lo bonito de algo, pero tenía admitir que aquel callejón era demasiado hermoso. En ese momento habíamos discutido mucho por el nombre, él no quería callejón y yo no quería el Fall Away. Después de tantas insistencias e insultos lo aceptó. Callejón de los sueños. Sino fue hasta que él murió y la palabra rotos entró. Porque Jack era mi gran aspiración, era como aquel gran ejemplo, quizá no era uno bueno, pero para mi lo fue y yo realmente lo quería.
A los quince años ocurrió. Habíamos viajado hacia Brisbane para visitar a Ben ya que teníamos un largo tiempo de no verlo, él nos platicó sobre su familia, Amanda, su esposa, era una gran mujer, demasiado atenta y decidida ante su persona. Me dieron una cerveza y a pesar de que me negué al principio, terminé bebiéndola toda. Nos encontrábamos de regreso a Sídney, estaba lloviendo, la carretera se iluminada gracias a las luces del automóvil, hacía reflejos contra el pavimento y brillaba también.
-Me molesta el hecho de que me llames de tal forma- mascullé, desviando mi mirada a la ventana, donde las gotas de lluvia se resbalaban por el cristal.
-Sabes que lo digo en broma, Peeta- dijo en un suspiro él.
-Eres un asco como hermano. Realmente lo eres.
-Ya cállate- reprochó Jack sonando enojado-. Me comienzas a irritar, eres insoportable. No aguantas una maldita broma, si sigues con ese jodido carácter no encontrarás a alguien que te ame. Entiendo el porqué no tienes novia.
-¡Basta!- gruñí mirándole mal, no pude evitar darle un golpe en el hombro con fuerza, juraba que no había sido mi intención golpearlo tan fuerte.
-¡Idiota! ¿¡Estás estúpido o qué demonios ocurre contigo!? - vociferó con el ceño fruncido. Quitó la vista de la carretera y me miró, estaba furioso- ¡No vuelvas a hacerlo!
-¡Entonces deja de molestarme! ¡Te detesto! Comenzamos a gritarnos de cosas, tanto hirientes como ofensivas. Lo último que vi fue como una gran luz se apoderaba del lado de Jack, el sonido de las llantas haciendo fricción con el pavimento chillaron tan intensamente que sentí mis oídos sangrar.
-¡Peeta! La voz de mi hermano gritando mi nombre sonaba a súplica y miedo. Un golpe seco sacudió mi cuerpo, mi vista se nubló por completo y creí que sería la última vez que vería el cielo iluminado de estrellas. Mi cabeza dolía ¿estaba muriendo? No sabía si estaba llorando o eran las gotas de lluvia, pero sentía mis ojos junto a mis mejillas húmedas. Un sonido se apoderó de mi alrededor, hubo mucha luz y después perdí todo tipo de noción. Al despertar y ver aquellas cuatro paredes fue algo horroroso. Después de darme cuenta en donde me encontraba, mis sentidos despertaron y mis ojos buscaban algo familiar. Aún recuerdo como mi madre entró hecha un mar de llanto a la habitación.
-Jack a muerto- susurró.
Oh mierda. Cuánto dolió escuchar eso, pero dolió más el recordar que lo último que le había dicho era lo tanto que lo odiaba. Tenía quince años y no pude evitar llorar. Lo único que necesitaba era un abrazo y que alguien me dijera "todo va estar bien", a pesar de que yo supiera la falsedad de esas palabras. Pero no. No lo hubo. Lo único que recibí a partir de ese día fueron golpes, humillaciones e insultos por parte de mi padre. ¿Él me odiaba? Mamá decía que no, pero los actos de él me demostraban lo contrario.
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Promesas Rotas
Teen FictionUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...