17 DE NOVIEMBRE
—Ellen.
Llamé la atención de mi hermana cuando me di cuenta de que no
me escuchaba. Aparqué la camioneta hacia el lado derecho de la calle y solté un suspiro cansado de que siguiera con esa actitud. Tan ida y desorientada.—Ellen— repetí, viéndome con la necesidad de llevar mi mano
hasta su cara para obligarla a mirarme, ella dio un pequeño salto al sentir mi tacto, pero al verme, se tranquilizó—. ¿Te encuentras bien? Sabía que no debía preguntarle eso. Ella no estaba del todo bien, sin embargo, cada que lanzaba esa pregunta esperaba que hubiese una respuesta positiva, una que al menos me hiciera sentir que Ellen dejaba de sufrir por todo lo que pasó y yo nunca hice nada en ese transcurso por el simple hecho de creer que ella podía mantenerse de pie y ver por sí sola.Estaba equivocado.
Ellen siempre había sido una niña tan frágil que era capaz de llorar
con tan sólo su helado se cayera hacia el suelo, fue una chiquilla tan consentida, tan protegida por nuestro padre y encerrada en una
burbuja en donde nadie podía tocar a su pequeña. Ella había sido la más afectada tras la muerte de nuestro padre y al sentir la indiferencia de nuestra madre, el castillo de hadas que alguna vez
ellos le construyeron; se había roto.—Ahora estoy bien— murmuró regalándome una pequeña sonrisa
—. Tranquilo, Peeta. Me siento mejor que otra veces, sólo necesito
dormir. Quiero dormir.—De acuerdo. Iremos al departamento, ¿quieres algo de comer? —cuestioné y ella asintió—. ¿Quieres que compre un platillo en algún restaurante o te lo preparo yo? —Mejor compra un platillo— indicó con una risilla.
—Gran indirecta para decir que cocino del asco— indiqué con un
toque burlón—. ¡Santo Dios!
Encendí nuevamente el motor de la camioneta y, con cuidado, me
metí al carril.—¡No, bobo!— ella gritó riendo, bajó el aire acondicionado y colocó
una canción—. Es sólo que has de estar cansado y no quiero meterte en trabajo. A parte, tiene que no como pasta, quiero pasta.—No estoy cansado— admití, dándole una mirada rápida—. Así que yo mismo te haré la pasta, vamos a probar la nueva salsa.
—¿Aquella que sólo compraste porque te llamó la atención el
diseño?— demandó con burla—. Eso se llama despilfarrar dinero.—No, error, se llama probar nuevas cosas — corregí sonriendo.
Me sentí bien al verla reír y tener una conversación algo larga con
ella. Sus monosílabos desaparecían poco a poco. Bonnie había dicho que eso pasaría, pero tenía que tenerle mucha paciencia, ya que era una adolescente que había sido violentada y había sufrido traumas entre períodos muy cortos. Muchas situaciones para ella.A sus dieciocho años había conocido a un chico llamado Mateo, el cual era dos años mayor que ella. Ellen nunca me había dicho nada acerca de él. La relación de ellos al inicio era algo normal como todas las demás, pero mi hermana tenía un estado emocional en el cual se podía volver dependiente de alguien, si su cordura no era la mejor y llegaba una persona, esta podía manejarla a su antojo, eso fue lo que Mateo hizo con Ellen. La amoldó como él quiso y ella, sin
darse cuenta, se volvió dependiente.La usó, la humilló y se burló.
Fueron dos veces que ella acabó en el hospital, la primera fue un
ataque de ansiedad causada por Mateo, el resultado fue que Ellen
llegó toda rasguñada y lastimada de la piel al hospital, la segunda
fue por sobredosis de cocaína. Ambos inhalaban en el departamento de él. Sin contar las veces que ella mantuvo relaciones sexuales sin estar consciente.
Actualmente, nos encontrábamos en proceso de demanda, sólo
faltaba la cita del juicio para saber los resultados, aunque estaba
seguro que ganaríamos, teníamos pruebas congruentes y comprobadas, análisis clínicos y testigos a nuestro favor. Juraba por la memoria de mis padres que habría justicia ante esto.

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Promesas Rotas
Ficção AdolescenteUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...