Mi subconsciente me gritaba que dijera algo y no me quedara de
pie, pero la sensación que transmitían los brazos de Peeta alrededor de mi cuerpo me obligaba a permanecer cerca de él, mi rosto se hundía en su pecho mientras mi llanto cesaba. El aroma que desprendía su ropa era el motivo de que mis ojos se cerraran y me aferrara a su torso.
Sin embargo, él deshizo el agarre y me sujetó de los hombros para
mirarme a los ojos, no dijo nada, sólo se quedó con la mirada seria y
los labios en forma de una línea. Su rostro me dejó intranquila, pero no desaproveché el momento para poder apreciar cada facción de su cara. Era atractivo. Tenía que admitirlo, no podía seguir esquivando el pensamiento que se me cruzaba cada que lo miraba, sus ojos eran verdes con un desteñido contraste miel alrededor de la pupila y no negaba que me encantaba la forma en que estos se
decoraban junto a sus cortas, pero voluminosas pestañas.
Mi vista bajó hacia sus labios con delicadeza y me fijé que estos
eran delgados. Delgados y rosados, como un color sandía claro. Se
adaptaban en forma de corazón y eran muy pocas las personas que
podían tener la desdicha de ello, aunque me encantaba más cuando
estos se expandían para pulir una sonrisa de oreja a oreja acompañados de unos hoyuelos en cada una de sus mejillas.
Peeta aún no decía nada y eso aceleraba más mi pulso.
Interiormente, le gritaba a mi cuerpo que se moviera o al menos
intentara dar un paso hacia atrás para alargar la distancia entre
nosotros, pero soy incapaz de reaccionar y acatar mis propias
ordenes.Él parpadeó varias veces mientras su ceño se comenzaba a fruncir,
tocó su nariz para, finalmente, dar un paso hacia atrás. Las lágrimas
en mis mejillas ya se había secado, pero aún sentía la necesidad de
esnifar cada que intentaba inhalar.—Sé lo que se siente perder a alguien — murmuró, y a pesar del
volumen había sido firme y claro—. También sé que no es lo mismo,
pero fueron mis padres y créeme que intento ser comprensible
contigo. Conozco lo que es el miedo de perder a una persona
especial y muy importante para ti, lo sentí cuando vi a Ellen en esa
camilla de hospital con una gran variedad de tubos y cables
conectados a su cuerpo, sentí miedo — su voz tembló, pero no
abandonó el filo, su ceño seguía fruncido y la mirada sobre la mía—. Pensé "mierda, perderé a la única familia que tengo". Estaba solo. Sin padre, ni madre y con una hermana en estado de coma.Me sentía imbécil por no poder decirle nada, ni una palabra de
aliento. El único movimiento que hice fue abrazarme a mí misma
mientras sentía como mis manos sudaban y mis piernas flaqueaban,
los ojos verdes de Peeta estaban cristalizados, quizá a punto de
derramar una lagrima, pero se las ingeniaba para retenerlas. Su mirada estaba rota y melancólica, quizá recordando esa escena.
Él echó un suspiro y relamió sus labios para después echar una risa
sin humor.—Admito que tenía la certeza de que ella no andaba en un buen
camino, era una adolescente impredecible y yo me excusaba con que tenía mucho trabajo. Ahora me lamento por no haber reaccionado cuando supe que nada estaba bien, llegué tarde y si tan solo... — él dejó la frase al momento en que su voz se quebró.—Hubieras llegado antes; las cosas serían diferentes— hablé, terminando su oración. Peeta apretó sus labios y desvió su vista
hacia el mar para después asentir—, pero el hubiera no existe.Eso era lo que, justamente, yo pensaba. Tal vez los dos habríamos obtenido resultados diferentes, quizá positivos y de los cuales no, nos lamentáramos cada que los recuerdo nos invadieran, nos encerraran en una caja de culpabilidad y arrepentimientos.
Mi estómago se encogió y mi pecho sintió una punzada cuando vi las primeras lágrimas resbalándose sobre la mejilla de. Peeta Él las secó rápidamente y me sentí tan pequeña, tan inútil, así como me sentía cuando él lloraba en frente de mí. Ver al maduro y firme Peeta Mellark de esta forma me regresó a la realidad. Él era humano, uno que lidiaba con la muerte de sus padres y una hermana que hacía poco intentaba salir de un trauma psicológico. Entonces, me pregunté; ¿cuántas veces tuvo que tragarse el llanto y los gritos de dolor, de impotencia y tristeza? ¿Cuántas veces fingió ser un hombre que se sentía orgulloso de haber crecido rápido? ¿Cuántas veces sonrió ante los recuerdos de
sus padres cuando eran una familia feliz?
ESTÁS LEYENDO
Promesas Rotas
Teen FictionUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...