—Ésto es basura — susurré al instante que mis pies tocaron el suelo de aquella casa infestada de adolescentes escandalosos.
—Venga Katniss, anímate — Ashton chilló por lo bajo. Me limité a rodar los ojos para entrar completamente con él de su brazo, esquivando a todas las personas para poder llegar a donde fuera al destino que mi amigo quisiera.
— ¿Crees que haya venido? pregunté acercándome a su oído.— ¿Lo dudas? Por el amor a Dios, Katniss — dijo irónico negando varias veces con la cabeza.—Michael no se pierde estas fiestas, a parte nos invitó, o para ser exactos; a ti. ¿Crees que no me he dado cuenta que solo me está utilizando? Pero realmente no me molesta mientras no te haga daño, claro. Miraba a Ashton con el entrecejo fruncido, no me esperaba que él dijera aquello, solía pensar que era muy ingenuo con sus amistades, pero creo que había estado equivocada todo este tiempo. Después de todo yo soy la única ingenua porque no se me había cruzado por la mente de que aquello podía ser una razón por la sorprendente amistad que se había formado entre ellos dos. Dejaba de concentrarme en todo y esperaba por Ashton a que se detuviera en algún lugar, fue tan poco unos minutos cuando nos detuvimos en algún punto de la casa junto a Dylan y otros chicos. Michael nos había invitado a una fiesta que habían realizado los integrantes de su equipo de baloncesto, al parecer para celebrar algo. Era lunes y mañana martes, no sé qué pretendían estos chicos al hacer fiestas en días de clases, casi todo el instituto estaba aquí, y ni uno tenía cara de que les preocupara que mañana habría clases. Había asistido por dos cosas, una de ellas es que Ashton insistió en que lo acompañara ya que no salía mucho, y con lo estricta que era mi madre prácticamente le rogó para que me diera permiso, y la segunda tenía nombre y apellido: Michael Clifford.
—Esto está a reventar — Dylan alzó los brazos un poco mareado por el alcohol. Podía contar con tan solo oler cuantos vasos ya había ingerido.
—No creo que solamente hayan personas del instituto aquí — un chico de cabello rubio, de nombre Eduardo, opinó mirando a su alrededor moviendo sus manos indicando la casa.
— Les recomiendo que no vayan al patio trasero, hay chicos vendiendo droga.— ¿Droga? —pregunté incrédula recibiendo un asentamiento de cabeza por parte del chico. Por unos instantes Peeta vino a mis pensamientos, pero fueron borrados cuando Ashton habló. —No te separes ¿bien? — se dirigió a mí.—Sé cuidarme —refunfuñé.
Algunos rieron, pero el ruloso me miró serio. Odiaba su sobre protección, pero tendría que estar a su margen si quería salir viva de aquí, aunque fue todo lo contrario. Empezaron hablar y hablar sobre cosas sin sentidos, como sobre los partidos, equipos, chicas y problemas que algunos tenían con sus novias, comiéndose el tiempo tras vasos y más vasos con alcohol en ellos, mi niñero ya estaba a punto de perder la cordura y seria yo quien cuidaría de él, de eso estaba segura. Estaban tan perdidos en su plática que decidí dejarlos, probablemente Ashton se daría cuenta dentro de media hora. Caminé entre todos los chicos que olían a alcohol, sudor, cigarrillos y, puede ser, a semen ¿a caso el semen tenía olor? Eliminé en definitivo aquella pregunta tan absurda y me concentré en mi camino, busqué la mesa donde habían varios tipos de bebidas y decidí llenar mi vaso con un poco de ponche. Fresa, a juzgar por el color. Me apoyé en la mesa para mirar a mí al frente, sería parte de todo aquel grupo de chicos bailando, si supiera bailar. Observé mi vaso por unos cortos segundos, los hielos chocaban entre sí creando pequeños movimientos en el líquido, con esto podía confirmar cuán aburrida estaba. Suspiré hondo y caminé de regreso hacia donde se encontraba Ashton, de aseguro ya se había dado cuenta de mi huida. No sé si yo fui la distraída o la otra persona, pero mi ponche fue derramado en mi blusa causando que los hielos me dieran un escalofrío al hacer contacto con mi piel, estaba decidida a gritar cuando me di cuenta de quién se trataba.—Yo he sido el culpable —Michael levantó las manos con una sonrisa tímida y no pude evitar que la comisura de mis labios formaran una sonrisa.
—Yo... — no podía decir nada, sentí mis mejillas calentarse al grado de taparme la cara.
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Promesas Rotas
Novela JuvenilUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...