Katniss.

Los dedos de Peeta rozaron mi mano, pero fue aquel toque que no es ningún tipo de distracción o accidental, sino intencional, cortando la pequeña brecha entre ellas, las entrelazó. En su otra mano llevaba un cigarrillo, dando pequeñas caladas para expulsar después el humo. No me gustaba el olor, pero cuando el humo se combinaba con su perfume era de alguna forma maravillosa.

—Pareces chimenea — comenté meciendo nuestras manos.

—Y te encanta — sonrió de lado.

—Narcisista — ataqué.

—Lenta — se acercó hasta mí oreja y la atrapó entre sus dientes causando que diera un gélido gruñido.

—No hagas eso, me da cosquillas — reprendí, pero él no me hizo caso — ¡Peeta! Se alejó de mí y por un instante creí que se daba por vencido, pero me equivoqué, aún con nuestras manos entrelazadas, me jaló hasta su cuerpo, con su otro brazo me abrazó enterrando mi cabeza en su pecho, sentí el frío metal de su arito hacer contacto con la piel trasera de mi oreja y dejó un pequeño beso allí. Hacía cosquillas y enviaba pequeñas sensaciones a través de todo mi cuerpo, estaba erizando mi piel, dio una pequeña risa y mordió mi lóbulo.

—Ya detente — jadee, pero él seguía sin obedecer — Pushi...
Al instante que dije aquello rápido se separó de mí, me miró con el ceño fruncido y torció los labios.

—Ni se te ocurra — advirtió — Suficiente tengo con la perra de mi prima llamando y enviándome mensajes las veinticuatro horas diciéndome así para que lo hagas tú también.

—Pushi suena a nombre de gato — confesé — ¿Por qué te dice así?—Es una larga historia — gruñó. Se quedó en silencio durante unos segundos para después soltar una carcajada. —¿Qué es divertido?—Jane lo es — respondió — Siendo honesto, he pasado gran parte de mi infancia junto a ella, es mi única prima y la quiero a pesar de todo — admitió alejándose de mí, — Puede ser muy perra, pero es una gran chica, quizá juega con los sentimientos de los chicos, aunque tiene sus razones, es por eso que dejo que haga de su vida una mierda. A pesar de todo la defiendo de cualquier, cabrón. Antes de que pudiese pensarlo dos veces, la pregunta salió de mi boca. —¿Es por eso que nunca le dijiste a Ashton que lo engañaba?Mierda, quería meterme allí mismo una cachetada por estúpida. Peeta me miró con el ceño fruncido, y movió sus labios de un lado a otro, hizo lo mismo los últimos diez segundos y habló.

—Con que ya lo sabes... Vaya.

—No como yo esperaba, pero sí, lo sé.

—Pues sí, preferí no decirle a Ashton porque Jane me lo suplicó — dio un suspiro — Ella siempre me ha ayudado en lo que puede, por eso me vi con la obligación de callarme.

—Entiendo...
Peeta tomó una ultima calada para tirar la colilla al suelo y aplastarla, seguido, palpó sus bolsillos y sacó una pequeña bolsita transparente. Supe que era al ver el polvo blanco dentro de ella.

—Eso te matará — dije en susurró mirándolo con nostalgia. —¿Por qué crees que lo hago? — habló con su voz llena de burla mientras la destapaba.

Le di una mirada fulminante y bufé volcando los ojos. No entendía por qué Peeta quería eso. De hecho, en ocasiones, no entendía nada de lo que viniese de él. Si de algo no me equivoqué, es que la palabra incógnito lo definía demasiado bien.

—Al menos no lo hagas en frente de mí — pedí un poco irritada.

—Yo no te estoy reteniendo, te puedes marchar — indicó un poco jocoso, concentrándose en su polvo.

Peeta se sentó sobre la acera de aquella calle vacía donde se podía sentir el ligero viento. Tan solo aspiro un poco y la regresó a su bolsillo. Relamí mis labios y tragándome todo mi orgullo me senté a su lado.

—He oído de ti últimamente por los pasillos del instituto — mencionó para romper el silencio y con un toque irónico finalizó.

— Eso es nuevo. —¿De mí? — pregunté, extrañada, volteando a verlo.

—Seh — chasqueó sacando de su pantalón una cajetilla y cogió un cigarro.

Al parecer Peeta consumía de todo, no le importaba en donde y cuándo, solo lo hacía como si de un dulce se tratase. No me sorprendería verlo que al día siguiente estuviese en la esquina de una calle inhalando thinner.

—Así que le has dado un buen golpe en la cara a Michael — me miró con una sonrisa en su rostro.

—Algo así — musité — Dicen que se ve más atractivo con él.

—Quizá — confesó y fruncí la cara — Pero qué vergüenza cuando es hecho por una chica. —¿Debería sentirme mal? —No — me sonrió de lado — Pero al menos ya entiendo porque tu nombre resonaba en los pasillos cada que pasaba.

—Creen que soy patética — reí sin ganas. —¿Sabes? — él me miró — Deja que se reían de lo patética que creen que eres, al final de cuentas todos terminamos igual — dio una calada a su cigarro y dejó escapar el humo.

— En un callejón de los sueños rotos. Nuestros ojos se quedaron fijos durante varios segundos, para después, mirar hacia el frente y volver a dar una calada, inflé mi mejilla y comencé a dar pequeños golpes a mi rodilla con la yema de mi dedo índice. Aún no entendía sobre el significado de su frase.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora