Capítulo 1 | EXTRA

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"Haz el favor de cuidar por ti, yo sé que puedes, eres muy fuerte, mi pequeño ángel, sobrevive un año sin mí, por favor."

PERTH, AUSTRALIA

KATNISS.

La vacaciones ya habían comenzado. Primavera ya terminaría, estábamos a finales de octubre y verano empezaría. Me faltaba solo medio año para poder graduarme y obtener el titulo, la vida universitaria te pateaba el trasero si no ponías todo tu desempeño.

Solté un soplido y me dejé caer de espaldas contra el sofá, mi
mente daba vueltas y no era porque me sintiera enferma. Sentí el cuerpo de alguien a mi lado y, seguido, el tacto frío de unos dedos
encima de mi mejilla.

—Yo sé porqué estás así — Neisan mencionó, tratando de ser
cálido y firme a la vez.

Relamí mis labios y lo dirigí mi mirada hacia él. Tenía los labios
apretados, mientras forzaba una sonrisa no tan satisfactoria.

Claramente, sabía a que se refería con ello, a pesar de que ya
habían pasado casi tres años de lo ocurrido, aún me mantenía algo
frágil ante eso o cualquier recuerdo que se presentara.

—Dentro de un mes se cumplen tres años— murmuré, entrelacé los dedos de mis manos y me dediqué a observarlos para poder evadir algunas cosas.

—Lo sé, Katniss— él suspiró—. No quiero que vuelvas a pasarte el
cinco de diciembre encerrada en tu habitación, llorando, sin comer,
salir al aire libre o ver la luz del día. Deja de hacerte daño.

Nos mantuvimos en silencio. Yo seguía con la misma acción que
antes mientras sentía la mirada de Neisan encima de mí. Inflé una
de mis mejillas para después regresar el aire hacia afuera y tragar saliva. Rasqué la parte baja de mi codo y solté un suspiro.

—Esta vez será diferente— confesé. Miré al chico quien, ahora, fruncía su ceño con notoria confusión —. Viajaremos a Sídney,
tengo algunas cosas que hacer allá. Personas y... lugares que visitar.

—Supongo que eso estará bien, lo mejor será que pases el día con
tu madre, ha llamado últimamente para saber cómo estás y asegurarse de que aún no morimos de hambre o estrés — ríe —, siempre le termino preguntando porqué piensa lo primero y termina respondiendo que conociéndonos a los dos, ninguno se dignaría a cocinar aún estemos al borde de conocer el otro lado.

—Me duele de alguna manera el concepto en el que me tiene mi
propia madre —ruedo los ojos con diversión —, es obvio que haría
algo, quizás comprar una pizza y agua, la mayoría de las personas
sobreviven con agua.

—¿Y si no tuviésemos dinero?

—Pues mezclaría cualquier cosa que hubiera dentro del refrigerador, desde vegetales hasta la cosa más grasosa —
respondí enarcando una ceja —, o un poco de pan y gaseosa, al
final te terminas esponjado y puedes durar así sin hambre durante un buen rato.

—Eso jamás lo he aplicado — confesó, entrecerrando los ojos —.
También podemos aplicar lo que alguna modelos hacen...

—¿Qué? — quise saber.

—Mojar una bolita de algodón en miel y comerlo, sin masticar ni
nada, solo tragarlo y dejar que se intente desintegrar en tu
estómago — murmuró —, se supone que la digestión será muy lenta y eso hará que puedas estar sin comer hasta por días.

Fruncí mi ceño.

—¿Cómo demonios sabes tú eso? — interrogué confundida.

Algunas veces Neisan decía comentarios un poco anormales, o
datos que ni siquiera había oído en toda mi vida, ahora, lo del
algodón era un completa rareza por parte de él, quizás esto había
superado lo que dijo el día de ayer sobre limpiarse el ombligo con un
palillo.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora