Boulevard

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Sentí el ardor en una parte de mi cuerpo, aunque lo ignoré debido a que en ese momento mi cabeza dolía tanto que arrancármela era lo que pedía. Mis memorias se volvían más pesadas en la madrugada y lidiar con el rollo blanco que me había quemado justamente el pantalón me dificultaba concentrarme. Maldije al aire unas cuantas ocasiones para después pasar por alto la pequeña quemadura -no tan grave- en mi pierna y llevar directo el cilindro a mis labios dejando que el humo albergara el fondo de mis pulmones al momento de aspirarlo. El aire fresco de la ciudad chocaba contra mi cara. Podía sentir como las yemas de mis dedos estaban heladas, llegando al grado de que mis articulaciones no fueran las mejores, la mediocre sudadera que llevaba fracasaba en el intento de mantenerme en calor. Sin embargo, descarté la idea de querer dejar de fumar, así que con mi adicción siendo más fuerte, volví a posar el rollo entre mis resecos labios.

— ¡Diablos Peeta! — Calum farfulló en un pequeño grito a mi lado — Llevas más de un cuarto de marihuana consumiendo en lo que resta de la noche. Eché todo al fondo de mi cabeza y dirigí mi vista al moreno, el cual estaba apoyado en aquella vieja y rayada pared. Había estado acompañándome desde todo lo ocurrido con Everdeen. Casi una semana. Sí. Casi una semana desde que me pidió que me alejara, y lo estaba cumpliendo. Eso quería ¿no? Raras ocasiones yo entraba a las clases con la profesora Kearney. La esquivaba en el pasillo, y sí pasaba a su lado solo susurraba "sé fuerte corazón y fuera impulso de idiotez" sin mirarla y alejarme de allí a toda marcha sin voltear a atrás. Me iba a las gradas a hacer lo habitual, fumar y palpar los bolsillos de mis jeans desesperado por no encontrar mi encendedor. Y sabía que sí a mí me dolía, a ella peor, porque la ley de estas situaciones era así; duele más el alma cuando lo pides que cuando lo aceptas. ¿Un encuentro que haya disfrutado? Echarle en cara por segunda vez a Ashton que mi prima lo engañó. Que satisfacción fue ver su cara de enfado. Si no fuera por el chico pelinegro de piel pálida, Neisan, tendría un golpe, y esta vez no sería por parte de mi padre. Volví mi mirada hacia el frente. A la nada, sin ningún punto en especifico. Relamí mis labios unas cuantas veces con mi lengua y di un suspiro profundo haciendo un mohín.

—Este será el último— divagué con mis propias palabras.

—Sí, claro —ironizó un poco — ¡Hombre! Llevas diciendo eso desde hace rato.

—Calum... — arrastré mi habla, pero di un jadeo cuando una corriente de aire halada acaricio la parte trasera de mi cuello.

—No, Peeta — él cortó un poco enfadado — Tienes los ojos demasiados rojos y no es principalmente por el sueño, solo... Detente, por favor. El chico intentó buscar mi mirada hasta que la encontró, sus ojos estaban mirándome suavemente con una pizca de compresión. Mierda, Calum. Asentí pesadamente y dejé que el rollo se resbalara de mis dedos llegando al suelo, dando por terminado su efecto, lo aplasté.

—Ya — pronuncié.
—Ya — repitió, y lo sentí en doble sentido. Después de eso todo se quedó en silencio, él no decía nada y yo tampoco, pero nos entendíamos de esa manera, con Calum siempre era de esa manera. Duró el lapso de tiempo que tenía que durar hasta que habló.

—Demonios, ¿cómo pasó? — disparó sin titubear. Supe a que se refería con esa pregunta. Rasqué mi barbilla y miré a sus ojos marrones. ¿Iba a decirle? Claro que lo haría. Calum era la única persona que me entendía lo demasiado bien, aunque, rectificando todo, él nunca ha sentido algo tan serio hacia un chica, sin embargo, podía confesárselo, ya que Jane, era lo suficiente perra para reírse de mí en mi propia cara de que el gran Mellark estaba enamorado.

—No sé, sinceramente no tengo la menor explicación hacía ello — admití negando — No sabes en qué momento te enamoras, creo que no existe un instante exacto, simplemente pasa, te enamoras de su rostro, su personalidad, sus ojos, su humor, sus características, sus defectos. Eso es lo último que haces cuando amas por completo a una persona, es la circunstancia en donde ya no importa nada, en donde lo más mínimo son cosas pormenores, y tratas de mejorar todo por ella, aunque Everdeen tiene aquella chispa que me hace sentir tan bien, pero su testarudez e inmadurez me hacen querer huir, sin embargo, no puedo, hay algo que me ata a su persona, a que siga. Amo su mirada, esa que me grita muchas cosas que quiere decir pero no lo hace. Mis palabras fluían tan fáciles, no me costaba nada al decirlas, ni pensar en cada detalle de ella para poder dejar sobresalir lo que más me gustaba, solo hablé. Dejé que mi corazón lo hiciera y la honestidad reinara ante cada una de mis palabras. Desvié mis ojos a la luna, la cual brillaba demasiado, pero estaba a punto de ser oculta por algunas nubes.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora