—Estuve esperando por mucho — Michael dijo entusiasmado pasando uno de sus brazos por mis hombros y acercarme a él.

—Igual — confesé en una sonrisa mientras nos adentrábamos al cine. Era sábado, lo que implicaba mi cita con el chico que me tenía media abrazada. Me había pasado a buscar en mi casa, para mi mala suerte, mi madre fue quien abrió la puerta. Lo estuvo interrogando mientras yo ataba una coleta a mi cabello, terminé su "charla" haciéndola a un lado con mi cadera y decirle que no alcanzaríamos la función a tiempo, antes de cruzar la puerta recibí una mirada con mucho significado por parte de ella. Quedamos en no llegar muy tarde, según Michael quería seguir al pie de la letra las órdenes de mi madre. Nos detuvimos en la parte de las carteleras para poder elegir alguna película que nos interesara, no había alguna que llamara nuestra atención, a él no le gustaban las de acción, y a mí no me agradaban las románticas, llegamos a la conclusión, después de unos diez minutos de suposiciones, que lo mejor sería ver una de terror. Caminamos hasta el mostrador para formarnos, para nuestra suerte, solo habían tres personas antes de nosotros. El chico me empezó a platicar las razones de sus cicatrices que tenía en sus brazos, contándome la anécdota que algunas fueron de su infancia cuando jugaba con sus primos, y las demás por el fuerte entrenamiento que hacía cuando practicaba para algún juego importante. Michael era interesante, tenía la facilidad de hablar de cualquier cosa mientras una mueca o sonrisa era estampada en su hermoso rostro. Amaba cuando reía y algunas arrugas se formaban a los extremos de sus verdes ojos.
Él detuvo su charla cuando fue nuestro turno en pedir, una chica de tez blanca con cabello Rubio y ojos azules nos dedicó una sonrisa de lado, por un segundo pude ver a Peeta en una versión femenina. Michael le dedicó una sonrisa coqueta y sentí un pequeño nudo en el estomago.

— ¡Pushi! ¡Se volvió a atorar la caja! — La chica gritó en un tono aniñado — ¡Pushi! ¿Pushi? Solté una risita por lo bajo al oír lo gracioso que sonaba el nombre, apodo o lo que fuera de la persona que llamaba la ojiazul.

— ¡Maldita sea, Jane! ¿Cuántas veces te tengo que decir que no me digas así? Esto no podía ser real. Todo tipo de sonrisa, celos o paz interior se esfumó al escuchar esa voz y me sentí decaer cuando el cuerpo del rubio apareció a través de la misma puerta de aquella vez que vine con Ashton y salió del sitio hecho una furia por no querer cambiar los boletos.

—Pushi — la chica volvió a repetir con una sonrisa juguetona — La caja se atoró. Peeta le dedicó una mirada amenazadora y se acercó a ella sin rechistar, pero algo hizo que volteara hasta donde yo me encontraba y se detuvo al instante, su boca se entreabrió, y alzó una de sus cejas, arrastró sus ojos con lentitud hasta Michael y regresó a mí con el ceño fruncido.

—Lárgate, yo me ocupo — ordenó sin quitar su mirada de mí. La chica no pronunció nada, pero tampoco obedeció. Me acerqué hasta la caja y puse mis manos encima del mostrador.

—Se supone que hoy no trabajas — demandé. Estaba molesta con él y conmigo misma, al igual que con Michael, por haber decidió venir al cine, y sobre todo, a éste habiendo otros. — ¿Qué dices? Peeta siempre trabaja — la chica, de nombre "Jane", intervino poniendo su codo en la barra y mirar al rubio — ¿No es así, Pushi? — ¿No te dije que te largaras? — escupió dedicándole una mirada asesina.

—Oh, ya veo... — negó una cuantas veces haciendo tronar su lengua — ¿No le has dicho que tú...? — ¡Mierda, Jane! — vociferó cabreado.

—Bien — Jane alzó las manos fingiendo inocencia y caminó de espaldas mostrándole una sonrisa burlona. Debía conocerlo ya desde hace tiempo para que actuara de tal manera con él, no sabía cuál era la relación que tenían ellos dos, y por muy curiosa que me pusiera, tampoco quería averiguar. Me sentía incómoda al estar presenciando aquella escena, no entendía por qué mejor no me daba la vuelta para regresar a mi casa y gritar lo tanto que odiaba a Peeta y todo su alrededor. Al menos sabía algo; no era a la única chica que trataba de tal forma, aunque para ser honestos había tratado a la ojiazul de una forma más cruel de cómo me trataba a mí.

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