Al principio creía que estar con Peeta no presenciaría demasiado el que yo lo viera consumir tanta hierba, quizá porque se sintiese incómodo o al menos tendría un poco de respeto, pero claramente me había equivocado, él lo hacía cada que tenía tiempo o simplemente cuando nadie lo viese, sin embargo, al parecer yo era nadie. Me encontraba de nuevo a su lado en las gradas, era la hora de almorzar y había obligado a mi estomago que no me pidiera comida para tener más tiempo con él, aunque no me la estaba pasando bien. Peeta era demasiado insípido. No me quería quejar, porque bien podría ponerme de pie e irme de aquí sin tener que soportar más el olor de eso y su actitud tan irritable, pero no quería hacerlo. Quería seguir aquí hasta que pudiese comprender un poco de lo que era él.

— Esta mierda ya no sabe igual — Peeta se quejó tirando el pequeño rollo blanco al suelo para luego pisarlo con su zapato y volver su vista al frente sin interés alguno.

— Entonces ¿por qué lo sigues consumiendo? — lo miré con los ojos entrecerrados, sin entender sus palabras con sus acciones.

— Su efecto es maravilloso — habló obvio, sin ninguna sonrisa, como si sus pensamientos estuviesen fuera de lugar o lejos de la conversación en la que nos encontrábamos.

Decidí no responderle y mirar al frente. Repitiendo mi pensamiento hace algunos minutos atrás, tal vez podía admitir que me empezaba a agradar la compañía del chico de algún cierto modo, dejando a un lado todo lo que soltaba con ciertas partes de abruptas y jocosas oraciones hacia mi persona u otras, él me denomina como su chicle. Ya habían pasado como dos semanas que nos hablábamos, seguía sin saber nada de él, simplemente hablaba de todo lo que odiaba y se quejaba de todo y todos. Si alguien era bueno para quejarse, ese era él.

— ¿Cuál es tu última clase? — preguntó de repente, sacándome evidentemente de todo lo que acotejaba y obligándome a mirarle, él ahora lo hacía son detenimiento y su rostro sin expresión alguna. Neutral.
— Ciencias sociales, ¿por qué? — soné un poco confundida, y en realidad lo estaba.

— Me tengo que ir — dicho esto, cogió su mochila y bajó las gradas rápidamente sin darme tiempo de quejarme. Miré atónita su espalda y un poco abrumado por su acción, pero ¡por Dios! Bufé cansada, frustrada y enojada entre sus derivados de éstos. Todavía no me acostumbraba a Peeta y sus cambios de humor al igual que a sus huidas tan repentinas, él era demasiado calculador y raro, raro en una manera tan indescriptible y única que me hacía perder la cabeza. Me levanté con pesadez para dirigirme hasta la cafetería. Probablemente Ashton estaría enojado, aunque realmente no era por lo que tuviese que preocuparme, él siempre solía actuar tan paranoico y dramático. Señor del drama lo apodaban. Entré por las puertas pesadas de la cafetería y me dirigí hasta la mesa en la cual se encontraba Ashton y Neisan solamente, para mi sorpresa no estaba tan enojado como su fino ceño fruncido aparentaba, sin embargo, no fue una excusa para darle paso a oír su sermón de mi mala puntualidad como siempre y lo preocupado que lo ponía al no llegar a comer, debido a que era una de las comidas más importantes.

— Estoy pensando seriamente en sacar a Xavier del equipo — farfulló Ashton hacia Neisan cuando por fin había dado por finalizado nuestra pequeña discusión de la hora de mi presencia.

— Hazlo, ya era hora — apoyó el chico comiendo una fritura, encogiéndose de hombros para dejar en claro que no le importaba si lo hacía o no —. Realmente es molesto.— ¿Por qué lo van a sacar? — intenté colarme en su plática para no sentirme tan invisible ante ellos.

— Se preocupa sólo por él — gruñó el ruloso, haciendo notar su ceño fruncido con detonación —. No ve por los demás del equipo, o siquiera coopera como si tuviese uno. Es solo él y su gran ego.

— Oh... — fue lo único que pude decir. El ruloso me miró y entrecerró sus ojos.
— Ve a comprar algo de comer, Katniss — Ashton demandó haciendo que me irritara —. Después te andas quejando de que te duele el estomago y yo soy quien tiene aguantar tus ataques.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora