— ¿No se supone tendrías que estar en clases? — Peeta preguntó con el entrecejo fruncido cuando me vio subir a las gradas.
—Supones bien, pero no tenía ganas de entrar — me encogí de hombros para no darle mucha importancia. Peeta me miró como si lo que le hubiese dicho fuera lo más extraño del mundo. En realidad sabía que él estaría aquí y por alguna razón quería venir. Después de saber que destruía poco a poco su vida de esa manera mi curiosidad hacía el chico rubio se hizo más grande que antes, probablemente sus problemas eran mayores de lo que uno pensaba al verlo hacer eso. Él sacó de su bolsillo una cajetilla y a continuación un cigarro para llevárselo a los labios encendiéndolo. Se sentó sobre una de las gradas y estiro cómodamente sus piernas. El cielo estaba azul y el aire seguía siendo fresco a las temperaturas en las que nos encontrábamos.
— Así que Peeta, ¿por qué te gusta fumar? — pregunté sentándome a su lado. Pronunciando su nombre con lentitud mientras lo miraba con cierta incertidumbre en mis ojos.
—Vaya, ya sabes cuál es mi nombre — el rió y le dio una calada al cigarrillo. Erizando sus pestañas sin ningún tipo de fingimiento de sorpresa, sin embargo, sus ojos mostraban un brillo a sus iris.
—No me costó mucho trabajo — admití morosamente tratando de cavilar más de él —. Ahora contesta mi pregunta.
—No esperes que responda todo lo que preguntes, Everdeen — me miró vacilante, aquella mirada de lado haciendo lucir más intensos sus ojos. — Pero fumo porque me gusta, quita el estrés que siento en mi cuerpo y hace que abandone los pensamientos que siempre están presentes.
—Hay otras formas quitar todo aquello, ¿no lo has intentado? — intenté invadir más sobre el tema, dándole un poco de irritación y aceptarlo mentalmente, aunque en realidad era algo que no me importaba.
—No, y no quiero. — ladeó la cabeza dándome a entender que eso sería lo último que saldría de su boca.
—Eres un completo irrazonable. — lo miré con los ojos entrecerrados. Él solo se encogió de hombros. Suspiré pesadamente. No sería tan fácil que pudiera tratar de averiguar más sobre él, no lo sería para nada. Lo observé por unos segundos, me gustaba como vestía. Su camisa llamó mi atención, era un triangulo y en uno de sus lados salía como un arco iris — ¿Qué significa? —pregunté apuntándola. Él miró hacía la dirección donde mi dedo se dirigía — ¿No sabes? — me preguntó incrédulo. Negué. — Dios, ¿qué eres?— ¿Acaso eso es tan importante?—Eso, tiene nombre y es una de las mejores bandas que pudo existir, son Pink Floyd — defendió.— ¿Ya se separaron? — cuestioné inocente ante su tono de voz tan agresivo en sus palabras.— ¿Qué está mal contigo? — él cerro y abrió los ojos un par de veces, me miró unos segundos.
—No puedes hablarme — dijo indignado.
—Al menos puedes intentar decirme que género tocan, tal vez podría escucharlos y... — no pude terminar, porque él me interrumpió.
—No son Michael Buble, es música que tu cerebro no podría procesar con facilidad — Peeta rodó los ojos.
— ¡Michael Buble es bueno! — yo defendí chillando con mi entrecejo fruncido.
—Para hacer dormir — mencionó vacilante.
—Ahora yo estoy indignada — dije y miré hacia el frente. Mi menté trabajo rápido y lo volví a mirar, pero confundida — ¿Cómo sabes que me gusta?—Te oí cantando la otra vez en el pasillo — dejó salir un poco de humo y rió— Aunque más bien gritabas. Sentí mis mejillas arder de la vergüenza. No era que mi voz fuera la mejor para cantar, y él ya lo sabía.
— Eso es vergonzoso — musité y dio otra risa, pero esta vez más profunda y ronca. —¿Cómo lo conoces si se supone que no te gusta?—Buen punto, me has atrapado. — rió. — Pero en realidad lo conozco por sus canciones navideñas que pone mamá. — confesó esbozando una sonrisa lánguida.
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Promesas Rotas
Fiksi RemajaUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...