Peeta.
—¿Qué piensas hacer? — Calum indagó.
—Explotar tu gran trasero — respondí.
—Quiero conservar mi trasero si no te importa — dijo divertido. — ¿Tienes un encendedor? El mío se ha ido a la mierda — pregunté mirándolo. —¿Para explotar mi trasero? — arqueó unas de sus pobladas cejas.
—No seas imbécil — farfullé. Él dio una estruendosa carcajada y buscó en su bolsillo trasero de su pantalón.
—Una cita con fuegos pirotécnicos — mencionó estirando su brazo con el encendedor en sus manos, lo tomé sin quitar mis ojos de los suyos.
— Eso es raro, Peeta, ¿a dónde irán? —Hablas mucho, Calum — reproché pasando mis manos por el rostro — La voy a llevar a las afuera de la ciudad, si no regreso en veinticuatro horas es porque estoy en la cárcel.
—Prometo sacarte — alzó una de sus manos y reí negando.
—Bien, entonces me voy — avisé poniéndome la cazadora. Calum alzó su pulgar sonriente y me subí a la motocicleta, le di una última mirada al chico y aceleré para dirigirme a la casa de Everdeen. El aire daba directamente a mi rostro, debería ponerme el casco, pero lo detestaba, era demasiado incomodo conducir con él puesto. Las cosas con mi padre se habían vuelto un poco más precoces, los insultos en la casa no paraban, me seguían obligando a ir a mis citas de psicología, y aunque ya llevara tiempo yendo, no había un cambio solamente con mis padres, pero no era porque Blodie no hiciera las cosas bien, sino, porque yo no quería hacerlo, me gustaba consumir marihuana y no porque me dijeran algunas palabras sentimentales haría que yo cambiase de opinión. Es difícil dejar algo cuando ya estas acostumbrado a ello. Pensaba en que a veces las cosas dan un giro de una manera tan inesperada, que ya te encuentras en el borde de tu vida, es el momento exacto en donde te encuentras pensando en ti, pero ese no era mi caso, en el borde de la mía, me encontraba pensando en Everdeen. Esfumé todo tipo de pensamientos cuando detuve la moto en frente de la casa de la chica, guardé bien la cajetilla que se asomaba en la parte superior de mi bolsillo y comencé a caminar hasta la puerta, con mis nudillos di unos cuantos golpes suaves, la puerta se abrió revelando a una mujer con los mismo ojos de la chica, ella me sonrió.
—Señora Bonnie — pronuncié con la comisura de mis labios un poco elevadas.
—Buenas noches, Peeta— asintió — Katniss esta arriba, ahora baja, ¿vas a pasar? —No gracias — negué tratando de no sonar tan grosero.
—Vaya... — la mujer iba a hablar cuando la voz de su hija sonó a sus espaldas.
—Ya estoy lista — avisó. La pelinegra salió cuando su madre se abrió paso, solo aportaba consigo unos jeans junto a un suéter gris, era tan sencilla, ante mis ojos era la chica más linda, y no sabía por qué la veía de tal modo, o tal vez si, amaba todo de ella. Amaba a Katniss.
—Espero y se cuiden — Bonnie sentenció y asentí.
—Estará bien — afirmé y la mujer me miro, sostuvo mi mirada por un largo tiempo para después sonreír, ella giró sobre su mismo eje y se adentró a la casa, sin antes, despedirse cariñosamente de su hija. Hice contacto visual ahora con Katniss y tomé de su mano para caminar hasta la moto, me subí primero para después ella hacerlo, sus manos se entrelazaron delante de mi abdomen, así los dos obteniendo seguridad por parte del otro. Al acelerar, sentí como apoyaba su mejilla sobre mi espalda, a causa de eso, mis ojos se cerraron, dando un suspiro los volví a abrir, sonreí aunque ella no pudiese verme y comencé mi recorrido. El camino tardo unos veinte minutos. Era el mismo lugar en donde la había traído aquella noche en la furgoneta, en donde le había confesado lo enamorado que estaba. Bajamos y empecé a buscar la bolsa entre los arbustos hasta que di con ella, hurgué dentro para sacar algunas cosas, sentía la mirada de la chica sobre mis acciones. Al tener todo en el suelo, su voz se hizo presente.
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Promesas Rotas
Teen FictionUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...