—¿Quieres hacer algo hoy? — le pregunté a Peeta ladeando mi cabeza, pero él no respondió —Hey, Peeta — dije en un cantito mientras pasaba mi mano por su rostro. —¿Ah? — cerró y abrió los ojos un par de veces hasta mirarme bien. —¿Me estas escuchando? —Lo siento — se disculpó relamiéndose los labios.—¿Ocurre algo? — traté de sonar un poco suave, intentando que no se sintiera presionado por ello.
—No — negó unas cuantas veces.—¿Estas seguro? — levanté unas de mis cejas y él dio un suspiro intranquilo.
—Sí, lo estoy — afirmó rascándose la barbilla — ¿Qué me estabas diciendo? Atrapé mi labio entre mis dientes y decidí ya no insistir. Últimamente Peet había estado actuando raro, se desviaba fácilmente de nuestras conversaciones, como si estuviese pensando en algo que le preocupara demasiado, y se iba sin decir alguna palabra, aunque no necesitaba explicaciones me preocupaba, porque tenía la pequeña incertidumbre de que su comportamiento se debía a algo mucho más personal y privado.
—Te preguntaba si querías hacer algo hoy... —murmuré por lo bajo, queriendo recorda aunque claramente él no lo haría porque no me había estado prestando atención.
—Honestamente no tengo ganas de salir, de hecho quería retirarme, no me siento bien — explicó en un ligero suspiro entre medio, dejándome un poco desilusionada. Miró su bandeja de comida con disgusto, estaba sin tocar, ni siquiera su jugo había bebido. Con su mano la movió a un lado alejándola de su cercanía haciendo una mueca de disgusto.
—Peeta — lo llamé. Él no se dignó a dirigirme la mirada, en cambio, sólo hizo un sonido extraño con la boca para que yo continuara — ¿Te ha hecho algo tu padre?Esta vez, alzó sus ojos hasta los míos, y pasó su lengua con rapidez sobre su labio superior.
— No — suspirando estiró sus piernas por debajo de la mesa causando que sus pies chocaran contra los míos y los regresó para levantarse de su asiento, fruncí el ceño ante su acción y me susurró casi inaudible: — Nos vemos después.
—Espera — gemí deteniéndolo, tomé su mano por encima de la mesa y lo obligué a que me volviese a mirar — ¿Qué tienes?—Nada, Katniss — pronunció con mucha firmeza mi nombre y negó unas cuantas veces. Apretó sus labios formando una tensa línea y los volvió a abrir para hablar, claramente, irritado.
— Tengo sueño, solo iré a descansar, luego te veo. Por esta ocasión, no protesté para dejarlo ir quedando inaudita ante su contestación, sentía mi pecho aún encogido por la forma que escogió de en que me habló, pero dolía aún más el hecho de que me había llamado por mí nombre y no por mi apellido como solía hacerlo. Se sentía realmente extraño. Peeta con pasos rápidos desapareció por completo detrás de las puertas de la cafetería, observé la pantalla de mi celular que indicaba la hora para la siguiente clase, di un suspiro de cansancio y emprendí mi camino a mi aula.
[...]
Rezaba desde que entré al lugar para que él no estuviera ahí, y que, solo por esta vez, la suerte estuviera de mi lado. Gracias al cielo, así fue. Mi respiración se tranquilizó y los nervios se detuvieron cuando pude ver solamente a la pelinegra, quien jugaba con unas cuantas servilletas desprendiéndolas entre sus dedos. —¿Jane? — murmuré por lo bajo cuando me aseguré que estuviera lo suficiente cerca para que me escuchara. Su mirada azul se levantó haciendo contacto con la mía, su mandíbula se tensó un poco y elevó unas de sus cejas para después fruncir el ceño.
—¿Sí? — intentó afirmar, pero falló en el intento.
—Disculpa si te interrumpo — lamenté con la voz tranquila.
—Descuida — murmuró.
—¿Podemos hablar? — pedí haciendo una mueca de súplica.
—¿De qué?A juzgar por su rostro podía ver que estaba un poco nerviosa como si mi presencia la incomodara, y aunque no entendía porqué intenté no tomarle tanta importancia. Jane tomó una profunda bocana de aire y trató de tranquilizarse ante mí.
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Promesas Rotas
Teen FictionUna chiquilla escuálida llegando casi siempre tarde a sus clases con una mancha de pasta dental en su blusa, entra a la vida del chico como un rayo de luz en la habitación más oscura. La penumbrosa estela ilumina el cielo para ambos enseñándole un...