39. Mi chica

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TN

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TN

Al instante siento que mi temperatura baja como la de un cadáver, me giro y lo encuentro de pie mirándome...

—No me agradezcas a mí por la invitación, dale las gracias a Karina —aviso y en el fondo agradezco la seguridad en mi voz.

«¿Ella lo invito?».

Por alguna razón eso me resulta poco probable, pero no le digo nada más debido a que me enfoco en otras cosas... Su aspecto luce más desaliñado de lo normal, la intensidad con la que sus ojos me miran y la sonrisa casi imperceptible en su rostro me indican que está ebrio... Quizá más ebrio de lo que parece. La botella de Wiski en su mano me lo confirma, pero lo que más me llama la atención es la ausencia de la frialdad, la indiferencia y el autocontrol que lo caracterizan: en sus ojos solamente distingo una peligrosa libertad... Es como si esta vez no estuviera conteniendo sus emociones, ni nada, al igual que yo.

—Al parecer alguien tuvo un momento candente —murmura casi en una acusación mirando con mucha atención mi rostro.

Sus palabras al principio me descolocan, pero enseguida me niego a dejarme intimidar y sonrío con descaro.

—¿Qué te hace pensar eso?

Su sonrisa desaparece y el enojo destella con claridad en su mirada.

—Conozco bastante bien ese aspecto...

Parece que a medida su mirada analiza más mi apariencia, esto alimenta algo peligroso en su interior.

—Tu labial está un poco corrido, tu cabello revuelto y tu vestido...

En cuanto su mirada se clava en mi vestido noto que la tensión en su cuerpo incrementa, por un segundo parece que se imagina las miles de formas en que me lo quitaron y esto resulta suficiente para que sus ojos se enrojezcan al mirarme de nuevo.

—Pero tú no te quedas atrás, mira esa camisa mal abotonada —digo señalando su camisa y fuerzo una sonrisa, intentando ocultar que no me enfurece ver tal detalle.

«Después de follarse a otra viene a reclamarme».

—Ya me había acostado a dormir cuando me invitaron a tu fiesta —aclara inexpresivo y toma un largo trago de su botella.

«Hijo de perra».

Fuerzo una sonrisa y asiento, intentando no enloquecer al pensar en las miles de maneras en que se acostó a dormir con otras.

—¿Cómo se te ocurre dejar sola a tu acompañante? Debiste quedarte en la camita con ella, eres un gatito muy malo —digo en un regaño cargado de falsa ternura.

Mis palabras no parecen enternecerlo en lo absoluto, pues la seriedad en su rostro aumenta y me mira con mayor atención por largos segundos.

—Justo por eso vine... Me canse de dormir solo y quise venir para llevar compañía a mi cama —murmura inexpresivo y en su mirada aumenta la furia, una profunda tristeza y casi parece señalarme como esa compañía que busca...

MIS SIETE SECRETOS (II PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora