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RINA
|TE AMO, RINA|

Estaba sentada en mi escritorio, enfocada en la pantalla de mi laptop, editando unas fotos que tenía que entregar para un proyecto importante. La luz de la pantalla era lo único que iluminaba mi habitación en esa noche tranquila. Mis dedos se movían rápidamente sobre el teclado, ajustando brillos, contrastes y saturaciones, perdiéndome en los detalles de las imágenes.

De repente, escuché la puerta abrirse suavemente. No tuve que voltear para saber quién era.

—Hola, baby —dijo Vicky con su voz suave al entrar en la habitación.

—Hola —respondí sin despegar la vista de la pantalla.

Vicky se acercó por detrás, asomándose para ver lo que estaba haciendo. —¿Qué estás trabajando?

—Solo editando unas fotos para un cliente —le respondí, dándole un vistazo rápido antes de volver a lo mío—. Necesitan estar listas mañana.

Ella hizo un pequeño sonido de comprensión y se dejó caer sobre mi cama, observándome desde allí. Después de unos segundos de silencio, finalmente me atreví a preguntar lo que me había estado rondando la cabeza.

—¿Dónde andabas? —pregunté sin mirar, tratando de que sonara casual, pero mi tono me traicionó.

—Estaba en casa de Isis —respondió sin darle mucha importancia, pero sentí el ligero pinchazo de incomodidad. Mi estómago se apretó.

Solté un suspiro, intentando concentrarme en la pantalla, pero la edición ya no me atrapaba. Había algo que no me dejaba estar tranquila, una sensación que se había vuelto cada vez más familiar desde que Isis apareció. Apreté los labios, sintiendo cómo la incomodidad crecía en mi pecho.

Vicky, como siempre, lo notó enseguida. Se levantó de la cama y caminó hacia mí, deteniéndose justo detrás de la silla. —¿Todo bien, Rina? —preguntó en voz baja, con un toque de dulzura que casi me desarmaba.

—Sí —respondí, aunque sabía que no la estaba convenciendo.

—¿Segura? —insistió, y entonces puso sus manos en mis hombros, comenzando a darme un suave masaje. Un gesto tan familiar y reconfortante, pero al mismo tiempo, sabía que estaba tratando de distraerme.

Apagué la pantalla de la laptop y me giré en la silla para mirarla. —Es que... últimamente parece que pasas más tiempo con Isis que conmigo.

Vicky me miró a los ojos por unos segundos, y luego una sonrisa suave se dibujó en su rostro. —Ay, baby, ¿estás celosa?

No contesté, solo desvié la mirada hacia un lado. Sabía que sonaba tonto, pero no podía evitarlo. Ella siempre había sido mi mundo, y ahora sentía que se estaba distanciando.

Vicky se inclinó hacia mí, sus manos ahora acariciando mis mejillas con suavidad. —No tienes por qué ponerte así —susurró, y sin darme tiempo a decir nada, me plantó un beso en los labios, suave pero lleno de intención. Sentí cómo el nudo en mi estómago se deshacía un poco.

—Es solo que... —intenté decir algo, pero sus labios volvieron a encontrarse con los míos, callándome con otro beso, más profundo esta vez. Me rendí al contacto, olvidando momentáneamente cualquier pensamiento.

Se separó apenas unos milímetros, sus ojos brillando bajo la luz tenue de la habitación. —Te amo, Rina. No te preocupes por nadie más, ¿sí?

Mi respiración estaba agitada, pero asentí lentamente. Ella me abrazó, envolviéndome en su calidez, y yo hundí mi rostro en su cuello, disfrutando de su aroma familiar.

THE STORY OF US (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora