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Han pasado años desde la última vez que hablaste con Yaku. Estás sentado en una cabina del restaurante en el que solías trabajar. Las cabinas parecen más pequeñas de lo que recuerdas, una joven camarera de ojos brillantes toma tu pedido. Un café. El asiento frente a ti permanece vacío.
Llega tarde. Dos minutos tarde. Morisuke es un enigma. Es difícil saber si llegará a tiempo o no, y esta vez, parece que llegará tarde. Te tomas el momento de mirar alrededor del restaurante. Puede que hayan pasado años desde que viste a Yaku, pero también han pasado años desde que pusiste un pie en este restaurante. Has tenido tiempo para crecer, cambiar, aprender, tener una carrera propia, lejos de ser camarera.
Las sillas azules son nuevas, o al menos la tela ha sido reemplazada desde la última vez que estuviste aquí. La dueña es la misma, puedes notarlo por el retrato de ella en la pared. Admiraste las placas de empleado del mes en la entrada, recordando los nombres grabados. Has perdido el contacto con la mayoría de las personas, y ahora sus nombres son los únicos recuerdos que tienes de ellas.
Te mantuviste en contacto con Alisa por un tiempo, ella dejó de hacerlo unas semanas antes que tú. La gente crece y se distancia, y eso es algo que debes aprender a aceptar. Eso es lo que pasó con Morisuke. Pero tal vez, puedan volver a crecer juntos.
Mantienes ese pensamiento en mente mientras suena la campana sobre la puerta. Ni siquiera tienes que girarte para saber que es él, pero lo haces de todos modos. Se ve diferente, mayor, tal vez incluso más atractivo. Lleva gafas de sol y un bonito suéter. Se ve bien. Te levantas rápidamente para saludarlo, sonriendo suavemente cuando te ve cerca de la cabina. Se quita las gafas de sol tan pronto como te ve y se apresura a ayudarte a levantarte. No dice nada mientras te abraza fuerte.
"Has crecido más", bromeas, todavía sonriéndole suavemente. Él se ríe.
"Suenas como mi madre", dice en tu hombro.
Él se aleja de ti, aunque sus brazos todavía están sobre los tuyos. Se toma un momento para examinarte. Sientes que tu rostro se calienta cuando él te mira y rápidamente te separas, sentándote a tu lado de la mesa.
"¿Cómo has estado?", preguntas sinceramente.
"Necesito disculparme contigo. Te dejé atrás". Te toma por sorpresa. Estábamos esperando charlar un rato durante una hora más o menos, y luego cada uno toma su camino de nuevo.
"Fue injusto y estúpido", dice, sin apartar la mirada de ti ni un momento.
"Hiciste lo que tenías que hacer. Habría sido agradable si nos hubiéramos mantenido en contacto, pero eso también es culpa mía", dices, mientras sorbes tu café.
"Supongo. Me alegro de estar de vuelta contigo", dice. Te ríes.
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