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Shinsuke Kita no se inmuta cuando aprieta el gatillo de un arma.
El retroceso ni siquiera le hace caso; cuando haces algo durante tanto tiempo, al final se convierte en algo natural. Como los movimientos mecánicos que haces cuando te cepillas los dientes, o la forma en que puedes atar tus zapatillas sin tener que mirar los cordones; dispararle a alguien en la cabeza es algo mundano para Kita, en su línea de trabajo. Lo hace tan a menudo, lo ha practicado desde que era un niño pequeño, que lo que hace después es memoria muscular. Se quita el pañuelo del traje y limpia la pequeña salpicadura de sangre que terminó en su mejilla. Dobla cuidadosamente el pañuelo manchado y lo guarda en el bolsillo interior de su traje. Se asegura de que el seguro de su pistola esté puesto y le hace un gesto a Aran para que arrastre el cadáver.
Cuando Aran se despide, con el cadáver aún caliente a cuestas, las únicas personas que quedan en la habitación son Kita y un joven muy asustado.
Uno de estos hombres abandonará esta habitación y el otro estará esperando una muerte tan rápida y misericordiosa como la ejecución impecable que Kita acaba de realizar.
"Te dije que habría consecuencias", Kita no se burla de sus víctimas. No es el tipo de persona que lo hace. Frío y calculador: su propia pandilla lo considera un robot, y durante mucho tiempo, Kita estuvo de acuerdo con ellos. Pero eso fue entonces, y esto es ahora. Ahora , Kita tiene una razón para prolongar su tortura. Ahora, Kita entiende lo que es encontrar su propia razón de existir. Su propósito no es liderar una de las familias yakuza más grandes en el mundo criminal subterráneo de Japón. Su propósito es dedicar su ser a ti , y viceversa.
Así que imagínate lo descorazonado que se sintió cuando te sorprendió intentando escapar de la granja que había construido para los dos. Y este hombre, un enano de bajo nivel en su grupo, había sido lo suficientemente tonto como para ceder y ayudarte.
—Por favor, señor, ¡no quise participar en la fuga! Ella me lo suplicó, ella...
—Ella recibirá su propio castigo. Después de todo, valoro la justicia —lo interrumpe Kita, sonando tan fría como la sangre que corre por las venas del joven. Está congelado por el miedo mientras intenta balbucear más excusas, más explicaciones, más promesas de hacerlo mejor en el futuro, pero...
—En realidad no hay mucho futuro para él. Al menos, no uno en el que se sienta feliz de vivir. Kita es justa; si te hubieras ido, lo habría matado por dentro. Así que ahora, Kita tiene que matar a este hombre por dentro. Aplastar su espíritu. Hacer que sueñe con la muerte, ponerle la muerte delante de la cara como si fuera un premio para un perro, pero nunca, jamás, permitirle semejante bondad.
(Kita es un líder justo, pero rara vez es amable.
La amabilidad te matará.
El chico lo suficientemente tonto como para ayudarte, es amable.)
