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A Satori le encantaba cantar pequeñas canciones, y le encantaba aún más que a ti también te gustaran, y aprovecharía cualquier oportunidad para inventarte una melodía tonta, solo para hacerte reír; incluso si en algunas situaciones es un poco vergonzoso para él cantar en público, pero vale la pena ver tu brillante sonrisa por sus payasadas.
Caminando por las calles invernales de Japón; tomados de la mano, balanceándose dramáticamente hacia adelante y hacia atrás (por Satori, por supuesto), mientras él cantaba una pequeña melodía que estaba inventando en el momento; mirándote de vez en cuando para asegurarse de que estabas disfrutando de sus travesuras; y por supuesto, lo estabas, el sonido de tu pequeña risa y tu suave sonrisa siempre le traían un pequeño y cálido rubor y una sensación de bienestar.
Haciendo maniobras en la cocina; espolvoreando harina sobre tu ropa y tu cara mientras ambos intentaban hacer galletas juntos. La receta se olvidó hace mucho tiempo después de que Satori derramara leche accidentalmente sobre ella dentro de los primeros 10 minutos de hornear juntos, riendo y pasando el rato en la cocina mientras esperabas que sonara el temporizador del horno, sentado en la encimera con Satori frente a ti; brazos a cada lado mientras él cantaba y hablaba contigo; de vez en cuando preguntándote qué letra debería venir a continuación.
Acostados juntos en la cama, su brazo envuelto libremente alrededor de tu torso mientras trazaba pequeños patrones en tu costado, la cabeza apoyada en su pecho escuchando su respiración lenta y su latido constante.
Ni una palabra intercambiada entre ustedes dos en ese momento, solo un silencio amoroso acompañado de; no canto, sino un suave zumbido. Tampoco un zumbido de ritmo rápido; una melodía lenta, relajante y suave que te hacía sentir más cansada en ese momento de lo que ya estabas. Los párpados se sentían pesados a medida que lentamente dejabas que el cansancio tomara el control y te arrullara hasta quedarte dormida, sin pasar desapercibido para Satori mientras su zumbido se hacía cada vez más silencioso hasta que finalmente se detuvo, una exhalación profunda y un suave apretón de tu torso antes de que él también cerrara los ojos. "Te amo, linda... duerme bien..." fue lo último audible antes de que los dos inevitablemente se durmieran en el suave y amoroso abrazo del otro.
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