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"Lo está haciendo otra vez", murmura tu amigo.
Con el rabillo del ojo miras a Kunimi y, efectivamente, dos filas más allá está en su asiento mirando tus notas con su expresión extrañamente concentrada e indiscernible.
Si no estuvieras presionado por el tiempo, te alegrarías de que él esté mirándote, pero no, anoche tuviste que ir al partido de voleibol y tuviste que ver la actuación impecable de Kunimi, así que ahora tienes que practicar algunos problemas de matemáticas más para el examen de esta tarde.
O vas a fracasar.
Unas cuantas líneas más de trabajo (la presión y el estrés mantienen a raya los pensamientos sobre Kunimi) y entonces tu amigo se burla: "Bueno... tal vez no sea lo que pensaba " .
El enojo de tu amigo es más molesto que la atractiva posibilidad de que Kunimi te esté observando y te hace agarrar tu bolígrafo con fuerza.
--"Creo que está mirando tus notas..."
Eso te atrae.
Frunces el ceño por un momento mientras te giras para mirarlo y te das cuenta de lo que realmente está sucediendo; él te mira a los ojos sin vergüenza y arquea una ceja.
"Oye", susurra tu amigo, "¿qué estás...", pero te levantas sin decir palabra y caminas entre los escritorios hasta llegar a Kunimi.
"¿Qué estoy haciendo mal?"
"¿Eh?", pregunta, sentándose confundido.
—Estás mirando mis notas —haces un gesto hacia tu escritorio, olvidando que acabas de abrirlo y acercarte a la persona que te gusta—. ¿Es porque estoy haciendo algo mal? Si ves que tengo que hacer una corrección, tienes que decírmelo porque no quiero desaprobar este examen.
—Oh, lo siento —se encoge de hombros—. No tengo ni idea de si tu trabajo es correcto o no.
Tu rostro se arruga de tormento mientras te quiebras bajo la presión. "¿Qué demonios? ¿Entonces por qué me miras así?"
"Te estaba viendo escribir."
Qué.
Él sonríe, una expresión que hace cosas terribles para tu ya frágil salud; no puedes recordar cómo respirar.
¿A dónde se fue tu estómago?
Se pone de pie, se inclina y susurra solo para que lo escuches.
"Creo que tus manos son atractivas."
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