La tenue luz del sol se filtraban por las cortinas de las ventanas...un nuevo día había llegado. Desperté poco a poco, miré la hora, las 8:30, debía levantarme y prepararme rápidamente...ya que normalmente acompaño a los arcángeles a desayunar.
Me estiré aún somnolienta...luego me preparé para no llegar tarde, y una vez lista salí. Caminé por las calles rumbo al palacio celestial...mientras caminaba me sorprendió ver que los ángeles ya no llevaban ropa blanca como antes, ahora llevaban ropas de cualquier color. Tal vez...¿Serah había tomado en cuenta lo de las ropas? Lo más posible; o quizás Emily había sido la responsable...lo que importaba era que había logrado parte de mi cometido...lo cuál era excelente.
Seguí caminando admirando la vista frente a mí...era diferente a lo que yo había conocido...antes todo era un gran jardín, ahora era una gran ciudad. La nostalgia se apoderó de mí...aunque no lo admitiera en voz alta, daría lo que fuera por volver a ver el Edén una vez más.
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Finalmente, el palacio celestial se levantaba frente a mí...suspiré antes de cruzar las puertas de madera con detalles dorados. Caminé por los pasillos rumbo a la cocina...todo estaba en silencio, hasta que llegué frente a las puertas que daban al comedor; allí podía escuchar el alboroto...pero de igual manera las abrí y crucé...
-Si vas a preparar el desayuno...haz bien mi jugo de frutas- comentó molesta Raguel.
-No puedo hacerlo si estás tras de mí diciéndome lo que debo hacer- dijo molesto Miguel.
-¡Solo me aseguro que lo hagas bien!
-¡Sé lo que hago!
-Buenos días- interrumpí.
Todos me miraron, en silencio. Después de un momento, todos me sonrieron, menos Raguel, la cuál solo se quedó en silencio.
-¡Buenos días!- dijeron todos.
-Malos días ahora- murmuró molesta Raguel.
De repente Cassius y Leroy se acercaron sonrientes...los dos me caían demasiado bien, tenía entendido que eran los dos más pequeños de todos los arcángeles...tal vez por eso me parecían tiernos...
-¿Cómo dormiste?- preguntó dulcemente Leroy.
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