-Galim dijo que era importante, aunque no tengo ni idea de cuál es la razón- exclamó Azrael mientras caminaba a mi lado por los pasillos.
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-¿Por qué estabas tan extraño esta mañana? Digo, sé que anoche nos emborrachamos bastante con Leo...-frunci levemente el ceño- pero tú y Yukío también se emborracharon hace unas semanas.
-¿Extraño? ¿Yo? Nah...solo...bueno yo...eh...esque estaba de mal humor porque...me peleé con Yukío.
-¿Ok?
-Bueno, volviendo a lo de Galim...te decía que...
Por un momento mi vista se nubló; dejé de escuchar lo que Azrael decía, comencé a sentir mareos, parecía que el mundo daba vueltas...me detuve, no podía avanzar, ni siquiera podía moverme. Azrael al notarlo se detuvo y me miró.
-¿Pasa algo, Nil? Estás muy pálida- exclamó preocupado.
No pude responder, comencé a sentir náuseas; así que en un impulso salí corriendo rumbo al baño; Azrael fue detrás de mí. Al llegar, entré rápidamente y cerré la puerta de un portazo, dejando a Azrael afuera confundido.
Las náuseas siguieron, me aferré al lavabo fuertemente en un intento de mantenerme de pie. Miré hacia el espejo y juro por mí padre que casi muero al ver mi reflejo...esa no era yo, el reflejo era de una mujer de cabellos castaños y ojos dorados...Eva.
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-¿Qué se siente Nilüfer?- preguntó el reflejo.
Aquella voz erizó mi piel, hubiera querido salir de allí, sin embargo algo me impedía moverme, me aferré aún más al lavabo, si no podía moverme entonces solo me quedaba parecer tranquila.
-¿Qué se siente, qué?- pregunté firme.
-¿Qué se siente ser la única a la que le perdonaron sus pecados?- preguntó.
-Más horrible de lo que crees, Eva.
-¿Sabes lo que daría yo por estar en tu lugar, Nilüfer? ¿Sabes cuánto daría por volver el tiempo atrás y negarme a comer esa maldita manzana?