[Narra Azrael] -...y dijo que podríamos ir mañana, ¿No te gustaría, Azy? A mí sí- confesó ella, sinceramente hace unos cuantos minutos había dejado de oír lo que decía.
Ya había perdido la cuenta de los días que habíamos pasado allí, en la tierra, como si fuéramos unos mediocres angeles guardianes. Pero aunque la comparación me molestara, debo admitir que disfrutaba mi estadia en la tierra.
Mientras caminábamos de regreso a "casa" después de un largo día escolar, Nil me contaba sobre su día con sus compañeras; porque a pesar de asistir al mismo salón, ella cuchicheaba más con las chicas y yo...pues con los chicos.
-¿Nunca te dije que tienes unos ojos preciosos, nena?- pregunté a lo bajo, casi sin darme cuenta.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ella me miró sorprendida, sonrió levemente y respondió:
-Hasta ahora, no.
-Entonces te lo diré. Tienes los ojos más preciosos que he visto- aseguré.
-Ay Azy -me dirigió una mirada de reojo- gracias, también me gustan tus ojos negros.
-Oye, no son solo negros, también son dorados. Pero claro, no lo sabes porque no me miras.
Fingí ofensa y me crucé de brazos. Ella levantó una ceja, casi cuestionadora.
-¿Vas a enojarte porque no sé que tienes orbes dorados? Debería ofenderme yo, porque ya me dí cuenta que no estabas escuchando lo que te estaba contando- exclamó ella.
-Ah...-levanté las manos en forma de rendición- bien nena, me descubriste, lo siento.
Ella solo rodó los ojos. Antes de que pudiera decir algo más, miré a mi alrededor, noté que todo estaba sospechosamente desierto. Un mal presentimiento me hizo estremecer.
-Oye, Nil...¿No crees que...?- antes de terminar mi frase, nos detuvimos de repente.
Frente a nosotros aparecieron dos figuras; instintivamente me puse frente a Nil para protegerla. Aquellas figuras tomaron forma, mostrando a un hombre y una mujer, estos vestían completamente de blanco. Ambos hicieron una reverencia ante nosotros.
-¿Y ustedes quiénes son?- cuestioné frunciendo el ceño.
-Mis señores, lamentamos la molestia -comenzó hablando el hombre- somos ángeles guardianes, el señor Galim nos mandó a terminar la misión que se les fue asignada.
-¿Galim? ¿Los mandó Galim?- preguntó Nil.
-Si, el señor Galim nos mandó- confirmó la mujer.
Nil y yo nos miramos con duda, luego volvimos a mirar a los dos ángeles frente a nosotros.
-¿Y cuándo podríamos volver al cielo?- pregunté.
-Ahora mismo si así lo desean- respondió el hombre.