Apagué la alarma por última vez en la semana. Suspiré y miré hacia mi derecha. Andrew seguía dormido como si el despertador no hubiera sonado. Miré hacia el techo, soltando otro suspiro y contando hasta diez para levantarme.
Siete, ocho, nueve,...diez... un ratito más tampoco me hará daño.
Cerré los ojos pero, no me pude dormir. Los volví abrir y suspiré.
Venga, Lea. Piensa que ya es viernes y esta es la última vez que vas a levantar el culo de la cama tan temprano.
Hice caso a mi pensamiento y me senté en la cama pensando en levantarme.
Miré por encima de mi hombro y Andrew seguía inmóvil. Las sábanas le quedaban sobre las caderas dejando a la vista su dorso desnudo y bronceado. Éste subía y bajaba de forma tranquila. Mis manos se removieron entre mis muslos deseosas de tocarle pero, no.
En estos últimos tres días me había superado. Había dejado de lado mis hormonas para hacerle caso a la parte racionar de mi cerebro.Los tres últimos día habian sido duros...
¿Qué más puedo decir cuando Andrew está cada vez más distante? Solo cruza palabra conmigo cuando es algo ligeramente importante. Ya no bromea conmigo, ni siquiera cuando el miércoles por la noche comimos espaguetis con salsa. Hasta le unté una tonelada de salsa para ver si así bromeaba sobre mi torpeza pero, no, nada de eso.
Al contrario, lo único que conseguí, fue que me sonriera después de darme una servilleta.
Fui hacia el baño con la ropa que me iba a poner. Me metí en la ducha, sintiendo como el agua se deslizaba por mi pelo en forma de cascada. Cogí el bote de champú con la tapa naranja especifico para mi pelo y con olor a vainilla. Me lo restregué fuertemente en mi cabeza hasta que me cansé. Cuando terminé con el champú y la mascarilla, me duché. El gel tenía un olor estupendo a coco y me encantaba.
Cerré el grifo, agarrando la toalla. Me sequé y me empecé a vestir. Dejé mi pelo suelto, no tenía ganas de peinarme.
Fui hacia la cocina y me encontré a Andrew sentado en la mesa, con un plato de tostadas y un zumo de naranja.
-Hey- me dijo, sonriente. Yo le sonreí de vuelta aliviada de que esté de mejor humor hoy. Ayer estaba insoportable.
-Buenos días, ¿Cómo dormiste?- le saludé, arrastrando la silla. Todavía estaba en pijama. El cual consistía en un pantalón y... ya. Ese 'ya' era el problema de mis hormonas.- ayer no te escuché llegar, a pesar de que te esperé. Pero no pude aguantar más el sueño.
-Hiciste bien. Dormir es importante. –sonrió de lado y mordió la mitad de la tostada con mantequilla que tenía en su mano.
¿Dormir es importante? Un cuerno. Estuve hasta las dos de la madrugada con los ojos puesto en el techo, esperando el sonido de la puerta.
-Si no me quieres responder no lo hagas pero, no me hagas esos comentarios...-me levanté y abrí la estantería de comida, sacando la caja de cereales y poniéndolos en un cuenco. Me volví a sentar a su lado. Todavía estaba masticando un trozo de pan y tardó en contestarme pero, cuando lo hizo deseé que no lo hubiera hecho.
-¿Si ya sabes que no te voy a contestar lo que quieres y de la forma que quieres para que me preguntas?- serio y sin una pizca de arrepentimiento en su cara, me miró.
Está no era la primera vez que hacía ese tipo de comentarios. Ya había perdido la cuenta las veces que había tenido ganas de salir corriendo y de llorar delante de él desde el lunes.
Cada noche, antes de cerrar los ojos, pedía mentalmente que, al día siguiente, me llamaran de alguno de esos trabajos en los que había dejado mis datos pero, por lo visto, mi Karma estaba haciendo muy bien su trabajo.
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...