-Míralo, míralo-.Dijo Dafne atropellando varias silabas a su paso. Sonreí y dirigí mi mirada hacia ella.-¡Joder! Es que... Tiene un culazo. Creo que esos vaqueros azules deberían estar prohibidos para él. Sé elegirlos bien, eh; incluso sin darme cuenta, lo hago-. Se rió de una manera dulce y el sol bañó la parte superior de sus mejillas. Sus ojos gris brillaron cuando me miró.
-La verdad es que no está mal-.
Su cara se giró hacia la mía, sus ojos ligeramente abiertos.
-¿Qué no está mal? ¡Dios santo, Lea! Louise está como un tren. Mira esa espalda. Y ese culo...Con cada paso que da, se hace más atractivo. Si ese no es un bueno culo, que baje Dios y me lo niegue.
Mi carcajada salió espontánea, casi sorprendiéndome y me alisé un mechón castaño que bailaba por el viento. Era octubre. Principios de octubre y la temperatura había descendido considerablemente en los últimos días. Dafne llevaba unas botas marrones y unos guantes que se le escurrían entre los dedos. Sin embargo, el suéter que llevaba era fino. No le cubría del todo los brazos y se apartó de la boca la bufanda.
-No me creo que estén comprando un helado con este maldito frío de mierda.-Volvió a hablar, fijando su vista en Louise y Andrew, a unos pasos de distancia.
-Yo no me creo que esté aquí con este maldito frío de mierda-. Le dije, con un tono amargo.
Rodó los ojos y suspiró, llenando su boca de aire.
-Ya te lo dije ayer-.dijo con tono cansada. -Louise nos invitó a las dos. Fue lo que me dijo. ¿Por qué crees que vino también con el amigo? Si no hubiera visto a Andrew con esa chica rubia, pensaría que esto es una cita doble pero,...supongo que solamente es una tarde entre amigos.
-¿Qué chica rubia?
-Savannah, creo que se llama. Están juntos.-Arrugó la nariz y se la rascó como si la brisa del viento la hubiese dañado.-Los he visto sentados juntos. Al lado de Louise, en los jardines.
-No me he fijado.-susurré, sin apartar la mirada de Andrew.
-Tú solo te fijas en Simon ¿no?
La sonrisa de Dafne me hizo sonrojarme y la miré, sin pensar. Estiré mis labios hacia arriba.
-No es verdad-. Negué, aunque no sabía qué porcentaje de mentira había en esas palabras.-Desde agosto, no he dejado de fijarme en chicos guapos en Seattle. Simon tan solo es uno de ellos. Quizás el número uno pero,...
-Dime otro.-me desafió de un modo cómico.-Dime otro chico que te haya llamado la atención.
Mi mirada volvió a recaer en Louise y su amigo, en el modo en que sonreían mientras esperaban los helados. Louise tenía una sudadera gris y su pelo marrón, casi negro, se ondeaba por el viento. Hablaba y cada segundo miraba hacia nosotras, lo que hacía que Dafne sonriera como una niña mimada. Andrew también sonreía por algo que le decía Louise y me fijé en las graciosas líneas que se le formaban alrededor de la boca.
-Dylan.-solté, de pronto.-El de Literatura Inglesa, el que se sienta en la segunda fila y siempre esta lamiendo el bolígrafo.
Hizo una mueca de asco y reí.
-Puag, Lea. Dylan podrá tener los ojos más verdes del mundo, pero solo de ver lo que le hace con la lengua al bolígrafo me dan ganas de potar. Es repugnante.
-No me he fijado en él por sus ojos.-le confesé.- Es más, hasta podría decirte que los ojos de Andrew son más bonitos.
-¿Este Andrew?-dijo sonriendo. Asentí.-Y yo que pensaba que tus ojos favoritos eran los de...
-Y son los de Simon. Por ahora lo son pero...
-Aquí están los helados-.Dijo la voz de Louise de repente, interrumpiéndome. Cerré mi boca y me levanté del banco.-Toma-.Le dijo a Dafne.
Andrew alcanzó a Louise y me sonrió de un modo casi disimulado cuando levantó su mano para darme mi helado. Fruncí los labios al fijarme en la masa blanca que sobresalía del chocolate y Dafne habló de repente:
-Primera regla de Lea: nada con nata. La odia.
-Con profundidad.-agregué.
-¿En serio?-Soltó Louise, sorprendido. Le miré, para ver cómo su boca formaba una sonrisa vacilona, anonadada.
-Si quieres lo cambiamos.-Dijo Andrew, mirándome a los ojos.-No me importa comprarte uno.
Negué con la cabeza y por un segundo miré a Dafne. Su labio inferior estaba pintado de blanco y su lengua lamió parte de la nata. Louise a su lado, por el modo en que la miraba, quería lamer lo que quedaba.
-No, no hace falta comprar otro. Quizás la primera vez que probé la nata estaba caducada y por eso no me gustó.
Andrew fue el primero en reír. Mis ojos volvieron a aterrizar en su sonrisa blanca y Louise tomó de la mano a Dafne, empujándola hacia él. A mi amiga se le cayó un poco de helado al suelo y se encogió de hombros diciendo:
-Supongo que a los pelicanos si les gustará la nata.
Empezamos a caminar detrás de ellos y por un segundo, me sentí fuera de lugar aunque Dafne me había arrastrado hasta allí. El Waterfront Park no estaba muy concurrido, los árboles que definían el camino tenían el otoño encima. Sus hojas estaban oscuras y se movían hasta que se desprendía una. La noria, a los pies del agua, estaba girando tan despacio que parecía que no lo hacía pero, las luces que parpadeaban dentro de las cabinas me indicaban que estaba funcionando. Los rayos de sol eran débiles, sin embargo creaban una sombra de la noria imposible de dibujar. Dimos unos cuantos pasos más hasta que Andrew me miró de reojo.
-Y entonces, ¿por qué no te gusta la nata?
Me miró directamente a los ojos, sin pestañear y corroboré lo que le había dicho antes a Dafne: los ojos de Andrew eran más bonitos que los de Dylan.
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...