¡Dios! ¿Por qué cuando necesito pensar rápido, mi mente se queda en blanco?
Volví a tragar saliva, sin pensar nada en concreto. Solo me venía una respuesta a la cabeza... la concreta, la simple, la directa pero no.
-Uh,... pues, la verdad... uh,...-tartamudeé. Volví a tragar saliva y observé a numerosos camareros que pasaron por delante de la barra.
Dean me siguió mirando, esperando mi respuesta.
-¿Cuándo tienes el día libre?- preguntó, haciendo que mi labio sufriera por mis dientes mientras respiraba suavemente.
-Creo que el jueves pero...- empecé, pero callé cuando sus ojos conectaron con los míos.- Dean, yo no puedo quedar contigo....- terminé rápidamente.
-Volviste con él ¿verdad?- preguntó tímidamente. Su voz no era sorprendida, hasta podría afirmar que estaba lejos de serlo pero, en ese momento lo que me llamaba la atención era su expresión. Tampoco era de sorpresa pero, no era tranquila. Más bien, un poco enfadado.
Su mandíbula estaba apretada y sus ojos eran rendijas como si me fuera a disparar.
Asentí, lentamente.
Sinceramente, creía que él era un poco idiota al seguir intentando invitarme a salir. Estaba segura que Dean sabía perfectamente que quien me gustaba era aquel chico que conoció en mi habitación. Estaba convencida de que él se dio cuenta de mis pocas ganas de hablar después de que me recogiera en la habitación... después de devorar a Andrew lentamente.
-Y supongo que no tengo oportunidad ¿no?- volvió a preguntar, lentamente. Su expresión seguía siendo un poco descifrable, un poco mucho.
Mi pecho subía y bajaba, calmadamente... aunque tenía unas ganas tremendas de salir corriendo de la barra.
Dean había sido tan agradable, bueno, dedicado, conversador que me dolía decir que no tenía oportunidades conmigo.
-Mientras él...él siga rondando por mis alrededores, ninguna. –dije, con algo de timidez.
Su expresión no cambió, parecía congelado, como cuando le das al stop a un vídeo.
-¿Ninguna?- me repitió, con esperanzas en su voz.
Suspiré. Aquello era cansino.
-Lo siento, Dean.-le dije, segundos después.
Dean miró a alguien por encima de mi hombro y me hizo fruncir el ceño. Me di la vuelta, para encontrarme con la cara de un cliente rodando los cincuenta. Su pelo era blanco y hacía una mezcla estupenda con su piel aceitunada.
Le di el cóctel especial de la casa, después de prepararlo en un tiempo récord. Todavía sentía los ojos de Dean encima de mi piel. No sabía si era que pensaba que los sentía o que en realidad él seguía en la misma posición.
Tomé el paño de debajo de la barra y limpié algunas gotas derramadas. Cerré los ojos, sabiendo que él estaba allí.
-Supongo que quiero aprovechar hasta la última gota de oportunidad hacia ti.-dijo, con más seguridad en su voz. Una pequeña sonrisa se asomó por sus labios y un alivió me recorrió.
-Si quieres hacerlo...pero, yo ya encontré mi oportunidad.- le dije, dejando de lado el paño y recordando todo lo que había sucedido con Andrew.
Me apoyé en la barra, observándolo. Su sonrisa seguía tirando de sus labios y me hizo sonreí.
-Se encuentra lo que se busca ¿no?- dijo, provocando una confusión en mi interior pero, sus ojos la disiparon.
-Dean, creo que es innecesario.- le informé, suavemente.
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...