Capítulo 3
-No lo llevaste ¿verdad?
Mi pregunta quedó en el aire unos segundos. Aun así, su respiración me llegaba de una forma clara y me pregunté qué diablos estaba haciendo.
-¿Dónde estás? ¿Encontraste algún..?-me interrumpí.
-Bailey,-dije con dureza.-Te diré dónde estoy si me dices qué pasó con el perro.
La carcajada no tardó en reproducirse y muy a mi pesar, originó que las esquinas de mis labios se elevasen. Mi cabeza se había apoyado en la fachada mientras la gente seguía y seguía pasando como si no hubiera una chica parada en medio de la calle. Miré el cielo por décima vez. No eran más de las tres y la oscuridad aumentaba a cada segundo, las nubes espesas también aumentaban. Y por auto reflejo me encogí del frío. La temperatura no era baja, tal vez había unos catorce o doce grados.
-En menos de una hora, lloverá-. Dijo en un tono divertido. -Pensaba que quizás no te apetecía un chapuzón y podía ir a buscarte...
-¿Te convertiste en el hombre del tiempo ahora? No lloverá-. Mentí, volviendo a escanear el ambiente. El olor a humedad ya era notable y pregunté: -¿Dónde estás tú?
-Mi profesor de Física estuvo casi a punto de palmarla hace unos días-dijo, después de un suspiro. -Al parecer, vamos a tener esa hora libre unas cuantas semanas. Al hombretón le mandaron reposo o algo así.
-¿Qué dices? ¿No tendrás física durante un par de días?
-Yo no me alegro tanto, Lea- dijo, al segundo. – Este es mi último año y ¡joder! Esto nos retrasará en la materia. Cuando regrese, vas a ver la caña que nos meterá. Los que la palmaremos seremos nosotros.
Su risa volvió a sentirse y me reí junto a él. Me incliné saliendo de la aglomeración de la acera y me adentré en una calle estrecha. Una gotera caía desde el techo de uno de los edificios y pequeños charcos estaban formados en el suelo, haciéndome saber que Andrew tenía razón: aquel cielo no iba a tardar mucho en explotar.
-Entonces, ¿dónde estás?
-Vine al taller. Dominic está aquí. Estoy adelantando el trabajo de esta tarde. Vas a regresar ¿no?
Tragué. La respuesta me hizo dudar a pesar de sabérmela. La vergüenza reemplazó la sangre y poco a poco escaló mis mejillas. ¡Joder! Habíamos quedado en que me quedaría en su casa un día, solamente uno, pero seguía sin nada, continuaba igual que ayer. Quizás peor, dado que mis expectativas de encontrar trabajo disminuían a cada segundo. No me atrevía a contestar e intenté recordar la cifra exacta que tenía en la cuenta bancaria.
-No lo sé. – Le confesé, murmurando. Un silencio se instaló en la línea y conté los segundos hasta que sentí otro suspiro por su parte.- No he conseguido nada. Al parecer tienen que pasar varios días para que el currículum tenga validez. -bromeé, sin ninguna gracia. A pesar de ello, él rio con suavidad.
-Nunca llueve eternamente, Lea.
Excepto aquí, en Seattle.
-Dice el que me dijo hace un minuto que llovería en menos de una hora. Por el cielo, creo que no te estás equivocando.
-¿Tú también lo estás observando? -Susurró, como si hubiera dicho algo íntimo. Escuché que caminaba sobre algo mojado y me cuestioné si ya llovía allí.-El nubarrón digo.
-Va a caer una buena Andrew.
Volvió a reír, y regresé la mirada al cielo, oscuro y pesado. Parecía que se iba a caer en cualquier momento y un leve viento meció los árboles que adornaban las calles. El invierno había llegado y creía que no había otra ciudad que lo viera en su esplendor, Seattle no veía el sol desde la semana pasada.
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...