Encendí la lámpara de la mesita de noche a mi lado y me senté en la cama, apoyando mi espalda en la cabecera. Agarré el dobladillo de la sabana color rojo vino y suspiré, dándome cuenta que otra vez, el sueño se me resistía totalmente. Ya no me era algo extraño,...al contrario, creía que si llegaba a pegar ojo, eso sí era extraño...
¿Por qué le tenía que echar de menos? Debería ser ilegal echar de menos a una persona que no te echa de menos a ti, pero lamentablemente lo hacía. Con creces. Demasiado como para ser sano.
El tiempo lo cura todo.
Una mentira más para la lista. Llevaba 156 horas sin besarle, sin abrazarle, sin olerle, sin perder los sentidos, sin sentir mi cuerpo flotar, sin...él... el tiempo no curaba nada cuando lo menos que haces es dejar de pensar en esa persona y creía que Andrew se había auto-pegado en mi mente como para hacerme sufrir. Él no me dejaba en paz, incluso cuando yo ya lo había dejado a él. Lo echaba de menos, cada segundo un poco más.
Miré la habitación 118 otra vez, y vacié mis pulmones. Las paredes eran amarillas, reflejando felicidad. Exactamente, lo que a mí me faltaba. El armario verde con las puertas cristalizadas, me reflejaron. Estaba al lado de él, permitiéndome ver mi reflejo, aunque no por mucho tiempo.
Las cortinas eran del mismo color de las sabanas, con pequeños patrones dibujado en ellas de un color rojo suave. Las bordeé, desplazando mis ojos hacia el mueble situado a los pies de la cama. También era verde pero, ya su color no se veía a causa de la cantidad de cosas que había puesto en él, el jueves por la noche,...cuando solicité la habitación en el hotel.
Después de haber salido de casa de Andrew, llorando, había caminado por la avenida sin intención de regresar. Mis ojos se encontraban cansados e hinchados provocando que entrara en el primer hotel económico que encontrara.
El hotel Neux Seattle no era de cinco estrellas pero, tampoco estaba mal. Y era económico, además de cómodo. La mañana siguiente de haber reservado la habitación, fui a la universidad. Ni siquiera me moleste en contarle a Dafne lo que había pasado. Ella lo sabía.
-No debes hacerle demasiado caso a las palabras que salen de la boca de Andrew cuando está enfadado.-Fue lo único que dijo relacionado con el tema. Aunque sinceramente, esa mañana sentí que quería decir algo más. Algo más para justificarlo. Algo más para hacer añicos mi corazón idiota.
Me perdí Historia de la Literatura Inglesa por ir a la casa de Andrew. Lo calculé todo sabiendo que, a esa hora, él no se encontraba allí. El silencio en la casa me envolvió pero, cuando me adentré un poco en ella, sus últimas palabras hicieron eco entre las paredes...
Había recogido todas mis cosas, llorando. La ropa, la metí en la maleta sin ni siquiera doblarla. Necesitaba salir de ahí. Mis ojos se habían quedado descansando sobre la cama sin hacer, recordando cómo había empezado todo. Durmiendo a su lado.
Megan tampoco mencionó nada sobre mis ojeras, ni sobre mi boca fruncida sin ganas de sonreír... James quiso decir algo pero, Megan lo impidió y tan solo recibí un apretón de su parte.
No poder dormir en la noche del jueves me sirvió para caer rendida en la noche del viernes.
El fin de semana había empezado y por primera vez en la vida, quería que fuese lunes. Necesitaba ocupar mi tiempo. Necesitaba ir a la universidad.
Por esa razón la mañana y gran parte de la tarde me la pase estudiando y adelantando trabajos de algunas asignaturas. Casi sonrío cuando miré mi reloj y me di cuenta que era la hora de ir a Delicious. Cuando salí del restaurante, no lo hice por donde acostumbraba. No podía arriesgarme a que Andrew estuviera apoyado en su coche como siempre, aunque sabía que ese pensamiento era inútil. Él no estaba...
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...