-¿Por qué siempre nos pasa lo mismo?- le pregunté, casi gritando.
Me bajé mi camiseta de tela fina y toqué el suelo con los dedos, sintiendo el frio atravesar mi piel. Fui hacia el armario, abriéndolo de par en par. Agarré esos vaqueros oscuros que tanto me gustaban y repasé el armario en busca de una camiseta.
-¿Por qué solamente queremos estar en la cama?- preguntó, con miedo. Me abrazó por la espalda e intenté olvidar el hecho de que estaba sin tela sobre su piel, prácticamente.
Sus labios besaron mi cuello, y le cubrí sus manos en mi cintura con la mías.
-Tal vez.- le dije, dándome la vuelta.- pero, recuerda que cada mañana tenemos que ir a la universidad y siempre nos sucede lo mismo....
Crucé los brazos por detrás de su cuello y rozó su nariz con la mía, haciéndome sonreír levemente.
-Mira el lado positivo...-susurró.- hemos descubierto que llegar tarde a la universidad, no mata a nadie,... porque si así fuese... me temo que tú y yo estaríamos más que muertos...
No le respondí, me puse de puntillas para besarlo dulcemente como hacía cada mañana en las últimas seis semanas. El frío ya no era el protagonista principal de cada día pero, todavía seguía apareciendo. Marzo estaba comenzando y el sol ya asomaba. La lluvia no aparecía demasiado pero, todavía había días que olía a ella.
Su lengua repasó mi labio superior, antes de que mis pies atravesaran la puerta del baño y los suyos siguieran a la cocina a preparar el desayuno. Sequé mi piel mojada y abroché el botón de mi pantalón y mi camiseta quedo lisa, enfrente del espejo.
La puerta se abrió, y su sonrisa me llegó a los ojos. Sonreí del mismo modo, provocando que sus ojos brillasen de un modo estremecedor.
-Te esperó para desayunar.- le dije, agarrando la manilla de la puerta.- dúchate rápido.
Se acercó, depositando un suave beso en mis labios. Caminé hasta la habitación. Dejé mi pelo suelto, delante del espejo, pero cogí una goma para atar mi pelo y la coloqué en mi muñeca. Me puse rímel en las pestañas y me humedecí mis labios sin aplicar lápiz labial.
Terminé de hacer la cama, oyendo como la puerta del baño se abría.
-¿De verdad te duchaste?- le pregunté, a pesar de ver como se pasaba la toalla por su pelo mojado.- ¿Tan rápido?- volví a preguntar frunciendo el ceño.
-¿Eso es una excusa para olerme?- preguntó, sonriendo. Alcanzó una camiseta blanca del armario y se giró, poniéndosela.
-¿Olerte?- le pregunté.- ¿Crees que soy un perro o qué?
Su risa me hizo sonreír y se sentó a mi lado, en la cama. Agarró mi nuca, acercándome a él. Pensé que me iba a besar pero, sus labios besaron la piel de mi cuello, dejando su hombro en frente de mí.
Sonreí, sintiendo el pulso acelerado. Su piel ligeramente bronceada hacía una mezcla estupenda con la camiseta blanca. Divisé, el lugar donde su pelo empezaba, aún con sus labios en mi piel.
Los míos le besaron el cuello, sintiendo como su aliento me provocaba cosquillas.
-¿Ves como si era una excusa para olerme?- preguntó, en un tono divertido. Se alejó y su sonrisa me dio ganas de golpearlo.
-Eres un creído.- le dije, negando con la cabeza y evitando que admirase mi sonrisa.
-Soy un creído pero,gracias a mí, has mejorado el sentido del olfato ¿verdad?- dijo, entre risas.
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...