La ruidosa canción que tenía de tono de llamada, estaba impidiéndome seguir con lo que estaba haciendo. Dormir. Mis manos agarraban mi teléfono, resultado de haber jugueteado tanto con él unas horas antes.
Miré el culpable de que mis ojos estuvieran abiertos y me limpié la esquina de la boca.
Esto era alucinante.
Su nombre aparecía, parpadeando, insistente. Deslicé el dedo por el móvil y le hablé.
-Baja. -habló Andrew, primero.- estoy en la entrada del hotel.
Rodé los ojos frustrada. Esto era demasiado.
Mis ojos se estaban cerrando, me despegué el teléfono del oído y miré la hora. Tragué saliva.
-¿Sabes que son las ocho y media de la mañana?- le dije en un tono enfadado.-¿Sabes que llevo más de una hora y media esperándote?
Él sopló fuertemente y me incomodé.
-Sí, sí. Ya lo sé.- replicó, fuertemente.- ¿Vas a bajar sí o no?
Ni siquiera me moleste en responderle. Le colgué, fuertemente, aunque él no lo sintió. ¿Por qué me hablaba así?
Miré de nuevo la hora y la rabia casi me domina por completo. Dudé en su última pregunta. ¿Debía bajar? No pero, quería ver a Gina. Ella no tenía la culpa de que su hijo fuese un completo idiota.
Agarré la pequeña mochila donde había metido las cosas necesarias para el viaje y revisé la habitación para comprobar si todo estaba en orden. No había dejado nada.
Tomé la puerta y la cerré.
No debería estar haciendo esto.
Pero, seguí caminando. Apreté el botón del ascensor y sonreí al ver que tardaba. Me tomé mi tiempo en subir en él, cruzar el vestíbulo y estaba a punto de traspasar la puerta cuando le vi.
Mi corazón enamorado pudo con mis pies y les ordenó a estarse quietos. Me acerqué a los ventanales de la recepción y le miré mejor. Tragué saliva.
Apoyado en su coche azul oscuro, cruzado de brazos y mirando hacia los lados. Los músculos de sus brazos se realzaban con su postura. Su pelo estaba ligeramente peinado pero, se notaba que no tenía rastro de un peine. Seguramente, se había peinado con los dedos. Ningún mechón le caía sobre la frente pero, se veía que estaban a punto de hacerlo.
¿Por qué me moría de ganas por enterrar mis dedos en esa mata de pelo castaña?
El sol salía y el reflejo le daba a sus mechones, haciendo que se vieran más claros aunque todavía se podía apreciar las raíces más oscuras.
Salí y él giró su cabeza hacia mí, automáticamente.
-Pensé que nunca ibas a bajar.- rugió, de repente. Dejó de apoyarse y me quitó la mochila, colgando de mis dedos.
Abrió el maletero y la lanzó dentro.
-Y yo pensé que no ibas a venir.- le repliqué.- ya estamos en un empate.
Le sonreí, ligeramente, deseando ver como su expresión se suavizaba. No lo hizo. Me miró y cerró el maletero de un solo golpe duro. Caminé los pasos que me quedaban hacia la puerta y entré. Andrew se sentó al mismo tiempo e introdujo la llave, sin mirarme. Quizás eso, aumentó mi enfado.
-¿Realmente sabes el significado de 'avisar'?- seguí diciendo, segundos después. -¿O quizás debo darte un diccionario?
-¿Y tú sabes el significado de 'cierra el pico'?- dijo, mirándome solo por unos segundos para después apretar el volante y seguir conduciendo como si nada.- Además.-continuó.-dormiste una hora y media más... debes estar agotadísima después de la tarde de ayer.
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Durmiendo a su lado
Romance¿Qué se supone que tienes qué hacer cuando no tienes casa ni trabajo? Eso me pregunté yo. ¿A casa de tu mejor amiga? Imposible. Dafne compartía piso con unas cuatro chicas más, además de su novio, Louise. ¿Vas a donde vive tu novio? Ummm... tampoco...