CAPITULO 11

13.8K 618 4
                                    

Busqué las llaves en el fondo de mi bolso, con la mano que me quedaba libre. Abrí la puerta del edificio e intenté hacer el menor ruido posible. Subí de puntillas cada escalón. Caminar por aquel suelo descalza era como hacerlo encima de un glaciar.

 Introduje la llave con mucho cuidado pero a pesar de eso, hizo ruido.

La puerta de su habitación estaba abierta y lo agradecí. No quería despertar a Andrew. 

Entré con cuidado y fui distinguiendo su silueta, tendida sobre la cama. Estaba destapado totalmente, dejando su dorso a mi vista. 

Me acerqué más y me senté a su lado con cuidado.

Observé con detalle cómo tenía sus labios abiertos, su respiración se podía escuchar si te acercabas un poco. Su pelo estaba igual que siempre o quizás peor. Le caía sobre la frente un mechón, el cual duró poco ahí porque se lo aparté. 

Me vi tentada a pasarle la mano por su pecho pero, la cobardía siempre me ganaba.

Cuando salí del baño, una brisa que entró por el pasillo, hizo que me erizara. Mi pijama no era el adecuado para esta época del año y menos en Seattle. Los pantalones cortos y la camiseta de tirante no ayudaban a frenar el frío. 

Caminé lo más rápido que pude hasta la habitación y me metí en la cama, cogiendo las mantas de Andrew y tapándome hasta la barbilla. 

No sé cuánto tiempo estuve mirando a la pared fijamente, pero cuando me di cuenta, los brazos de Andrew rodeaban mi cintura, atrayéndome a él. Su mano se adentró en mi camiseta, apegándome a él. Su mano no dejó de acariciar mi estómago.

Mi respiración estaba entrecortada y en las partes del estómago que tocaba, producía un escalofrió impresionante.

Quítale la mano, quítale la mano. Él no es nadie para tocarte así, ni acariciarte de la forma que está haciendo, ni de producirte esa sensación en el estómago. Él no puede hacerte sentir así...

Sabía que debía hacerle caso a ese pensamiento, lo tenía claro pero, me sentía tan bien en ese momento que el sentido común se evaporó y solo pensaba la parte del cerebro que me dictaba las cosas que no debía hacer nunca, como por ejemplo que dejara que su mano siguiera dibujando trazos en mi estómago o bordease la parte del pantalón corto del pijama o el del sujetador.

-Te estaba esperando.- susurró en mi oído, produciendo más escalofríos. Me tensé al instante y abrí los ojos como platos.

-¿Estabas despierto?- le susurré de vuelta.

Su mano en mi estómago no me dejaba hablar con una voz que no temblase. Trazó el contorno de mi ombligo y subió hasta que se topó, de nuevo, con el sujetador, y volvió a bajar.

-Te estaba esperando. No podía dormir sabiendo que estabas todavía en la calle.- siguió susurrando en mi oído. Su aliento chocaba contra la piel de mi cuello y quería moverme pero, no podía. Estaba tensa como un palo y solo tenía cabeza para el camino que hacían sus dedos por encima de mi piel.

Me giré para quedar enfrente de él,  alejando su aliento de mi.

-Quieres... quieres decir que tú nunca has estado dormido- susurré. Él miró detenidamente mi rostro, yo solo le miraba a los ojos. La luz que se filtraba a través de la ventana le daba directamente en la cara, permitiéndome ver mejor sus ojos.

Sus labios estaban entreabiertos y me estaban provocando pensamientos que no quería tener.

Negó con la cabeza y me hizo ponerme más nerviosa aún, al saber que él me vio observarle dormido...

Durmiendo a su ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora