22.

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Facundo me había estado llamando y enviándome mensajes, insistiendo en que quería juntarnos, pero ya le había dejado las cosas en claro. Después del trabajo, llegaba a casa y me tiraba en el sillón POR HORAS. Había perdido la cuenta de cuántas semanas había estado así. La verdad es que con Guido estábamos en contacto cero; no había mirado ninguna red social, y no quería parecer inmadura, pero por alguna razón me sentía en un bajón constante. Me sentía culpable por todo.

No lloré, lo cual era raro en mí, ya que soy bastante emocional, pero esta vez simplemente no me salió. Solo me quedaba mirando el techo por horas, reflexionando sobre todo lo que había hecho y las decisiones que había tomado.

Un día, mientras estaba tirada en el sillón con música de fondo, escuché que golpeaban la puerta. No quería abrirla porque seguramente era Facundo, y no quería, no podía verle la cara.

— Camila Antonia, abrime ya la puerta —escuché. Era Fátima. Me levanté y le abrí la puerta.

— Dale, boluda, no podés estar así por Facundo. —ella pasó y yo la miré, sintiéndome un poco avergonzada.

— Vos no sabés cómo es la cosa completa... —dije mientras cerraba la puerta y la miraba.

— Boluda, esto es un desastre. —agarro los platos de arriba de la mesa y los llevó a la cocina.

— Mm...

— A vos te está faltando algo... —me miró Fátima, y yo levanté una ceja.

— Engañé a Facundo y le dije que no a casarnos. —dije, y ella abrió la boca de sorpresa.

— Jodeme —exclamó, y asentí.

— No.

— Che, igual amiga, ese era muy bueno. Algo debe tener oculto, mira si te engañaba con todas.

— Me da igual. El hecho es que fui infiel y no respeté una relación. Y si a futuro vuelvo a hacer lo mismo... No, Fátima, no puedo.

— Gorda, vos estás pensando cualquier cosa. ¿Hace cuánto que no te garchás a alguno?

— Y... la última vez fue Facundo, pero fue hace unos meses...

— Agarrate al primero que veas y garchátelo. Estás estresada y pensás cualquier cosa. —dijo ella, y yo suspiré, sintiéndome un poco atrapada en mi propia mente.

— ¿Con quién lo engañaste a Facu?

— Con Guido... —respondí, y me dejé caer en el sofá, sintiéndome un poco ridícula—. No supe decidirme entre él y Facundo, y al final, perdí a Guido y cagué mi amistad de años con él. —Reí irónicamente, pero la risa no llegó a mis ojos.

— Estás preocupada por Guido, ¿no? —preguntó ella, y asentí, sintiendo que la culpa me aplastaba.

— Entonces... garchátelo a él, gorda, y listo.

— Basta, no! —respondí, agitando la mano como si eso pudiera ahuyentar la idea.

— Vos estás así por Guido. Te da igual Facundo, estás pensando que lo perdiste otra vez. Y si no te da pelota, vos también, no te dejes boludear. Garchate a los que quieras. Si querés cogerte a un famoso futbolista, hacelo. Si querés volver con Matías, hacelo. Pero no te quedes esperando a un chabón. Ya sabés un poco de lo que él es.

Me quedé callada, sentada en el sofá, mientras la realidad de sus palabras comenzaba a hundirse en mí. Tal vez era hora de dejar de esperar y tomar el control de mis deseos. Pero en ese momento, lo único que quería era un poco de tranquilidad, así que me senté y comí un poco, con la sensación de que estaba en un punto de inflexión, pero sin saber hacia dónde ir.

𝐝𝐢𝐞𝐳 𝐝𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬. || 𝐠𝐮𝐢𝐝𝐨 𝐚𝐫𝐦𝐢𝐝𝐨 𝐬𝐚𝐫𝐝𝐞𝐥𝐥𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora