25.

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Por costumbre, Camila bajó a la cocina y comenzó a preparar el desayuno mientras observaba cómo Alexander llamaba la atención del teclado. Con una sonrisa, dejó el plato y el té en el lugar de Alexander.

— ¿Se puede tocar? —preguntó el chico, y ella asintió.

— Sí. —respondió Camila mientras veía al castaño acercarse al teclado y empezar a tocar.

La melodía que salió de sus dedos hizo que Camila se sorprendiera. Era literalmente la misma canción que había tocado su ex amado. La situación se volvió extraña; la melodía y la rapidez con la que tocaba Alexander eran idénticas a las que había interpretado "él".

Ella se sentó al lado de Alexander y lo miró. Sus ojos, verdes y hermosos, se encontraban en un punto en común, como si compartieran un secreto. Alexander era atento, se preocupaba por cada cosa que le pasaba a Camila y le daba importancia a los pequeños detalles. Era gracioso, cariñoso, y se podría decir que era el hombre soñado de Camila.

Sin embargo, la idea de la perfección no le gustaba. No se sentía merecedora de tener al hombre perfecto. El déjà vu la estaba matando, y el dolor en el pecho, junto con la culpabilidad, comenzó a volver. Pero a medida que lo observaba tocar, una sensación de calidez la envolvió, y comenzó a darse cuenta de que, a pesar de sus miedos, había algo especial en lo que compartían.

Alexander era secretario en el lugar donde ella trabajaba. No cruzaban tantas palabras hasta que él decidió tomar la valentía. Empezaron a hablar, a cenar juntos, y aunque por ahora no tenían nada definitivo, la conexión entre ellos crecía día a día.

— Che... son las once ya, ¿querés ir yendo? —sonrió Camila, y él asintió.

Salieron de la casa, y Camila se subió al auto para empezar a manejar.

— Al final, ¿qué quedó entre Facundo y vos? —preguntó el castaño, y ella suspiró.

— Se supone que hoy tendría que juntarnos a merendar y hablar un poco. Él busca explicaciones y a mí me dan nervios la situación. Sabía, de igual forma, que yo no quería casarme con él; no veía un futuro a su lado. Él era mucho para mí y, bueno, él me daba mucho. Cosas que yo no podía devolvérselas. El pibe más bueno, él era yo. —sonreí levemente—. Pero solo voy porque está muy insistente.

— Está bien, todo va a salir bien, Cam. No te preocupes mucho y no sobrepienses, acordate de lo que te dijo Fátima. —fue lo único que dijo el chico, y el ambiente del auto se tornó en silencio.

Cuando llegaron, cada uno ocupó su puesto: Camila como psicóloga y Alexander como secretario.

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Durante el almuerzo, a Camila le llegaron unos mensajes de Guido mostrando cómo eran sus últimos shows del año. Camila sonrió al ver las fotos divertidas que le mandaba el chico.

Después de lo que pasó en la casa de Camila, ambos se hablaban con normalidad, como si nada hubiera pasado. Hasta que Guido decidió hacer una videollamada. Camila atendió y apoyó su celular en un vaso.

— Ando de descanso de veinte minutos, mientras como algo, vos contame qué onda. —sonrió Camila mientras miraba su ensalada.

El chico le contaba cada detalle de la provincia a la que les había tocado ir a tocar.

Después de un rato, Camila decidió soltar una bomba.

— Ah, no te conté, hoy me junto con Facundo. Me está jodiendo con hablar y yo le voy a poner los puntos, con decirle la verdad. —se quejó la chica, y Guido se rió.

— ¿Qué le vas a decir?

— Él me daba tantas cosas que yo no me merecía. No tenía el interés que él necesitaba y estaba ocupada en mi trabajo. —dijo Camila, pero ambos sabían la verdad, cuál era la verdad.

— Está perfecto. ¿Cómo vas con Alexander? La otra vez me contaste las cosas por la mitad. —dijo Guido en broma.

— Vamos despacio, pero la verdad es que me siento bien con él. —respondió Camila, colocando sus manos en sus mejillas mientras sonreía—. Anoche se quedó en mi casa y dormimos juntos.

Guido levantó una ceja, intrigado.

— ¿Y? ¿Cómo fue?

— Fue lindo, natural. No hubo presión ni nada raro. Simplemente disfrutamos de la compañía del otro.

— bien, Cam. Me alegra escuchar que te sentis así.

— La verdad es que Alexander me hace sentir bien, y eso es lo que importa. —dijo Camila, sintiendo una oleada de confianza en sus palabras.

Guido sonrió, y ella pudo notar el alivio en su rostro.

— Entonces, disfrutá Y no te olvides de contarme cómo te va con Facundo después, ¿sí?

— hecho. —dijo Camila.

——

Después del trabajo, Camila se dirigió a la cafetería donde estaría esperando a Facundo. Pasaron unos minutos que se sintieron eternos hasta que finalmente lo vio aparecer. Ambos se saludaron con la mano, y Facundo le sonrió levemente, pero Camila no podía evitar sentir una mezcla de nervios y determinación.

— Mira, Facundo, voy a serte sincera. —comenzó Camila, tomando aire—. Yo te aprecié en la relación, lo hice mucho. Te acompañé todas las veces al trabajo, y durante ese año que estuvimos juntos, me hiciste sentir miles de cosas hermosas. Pero estos últimos meses no me estaba sintiendo bien. llegué al punto de no poder imaginarme un futuro con vos.

Facundo la miró, su expresión cambiando ligeramente, pero ella continuó.

— Después de que nos separamos, empecé a ir con Fátima para que me escuche y me aconseje. La gente no cambia rápido, pero poco a poco se siente mejor con uno mismo. —concluyó Camila, sintiendo que había dicho lo que necesitaba.

— Entiendo lo que decís, pero yo creo o tengo la sospecha de que todo esto tiene que ver con Guido. —dijo Facundo, frunciendo el ceño.

Camila lo miró, sorprendida y un poco frustrada.

— No, Facundo. —negó con la cabeza—. Guido es mi mejor amigo, nada más. Lo que siento no tiene nada que ver con él.

— Pero es obvio que hay algo más. Desde que empezaste a hablar con él, te distanciaste de mí. —replicó Facundo, cruzando los brazos.

— No se trata de eso. —respondió Camila, intentando mantener la calma—. No es que me haya alejado por él, es que estuve reflexionando sobre nosotros. Y la verdad es que, aunque aprecio lo que tuvimos, no puedo seguir así.

— ¿Y si te estás apurando? —insistió Facundo—. Tal vez deberías darle más tiempo a la relación; no hay nada malo en tener dudas.

— No es cuestión de apresurarse. —dijo Camila, sintiéndose cada vez más segura de su decisión—. estuve  dándome tiempo. estuve  pensando en lo que verdaderamente quiero, y no creo que eso incluya volver a estar juntos.

Facundo la miró con una mezcla de decepción y frustración.

— Pero, ¿por qué no podemos intentar resolverlo? No quiero perderte, Camila.

— No se trata solo de vos o de mí, Facundo. Es sobre lo que necesito. Y en este momento, lo que necesito es seguir adelante. —dijo Camila, sintiendo que su voz se volvía más firme.

— Entonces, ¿esto es un adiós? —preguntó Facundo, su voz un poco más suave.

— Creo que sí. —respondió Camila, sintiendo una mezcla de tristeza y liberación. —Espero que entiendas que esto no significa que no valore lo que compartimos. Simplemente no es lo que quiero ahora.

Facundo asintió lentamente, aunque su expresión mostraba que no estaba del todo de acuerdo.

— Bueno, si eso es lo que realmente deseas, no puedo hacer nada más que aceptarlo. —dijo, con un tono resignado.

𝐃𝐢𝐞𝐳 𝐝𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬. || 𝐆𝐮𝐢𝐝𝐨 𝐀𝐫𝐦𝐢𝐝𝐨 𝐒𝐚𝐫𝐝𝐞𝐥𝐥𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora