34.

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Nicolás apareció de vuelta y abrazó a Camila, quien correspondió al gesto y comenzó a bailar despacio junto a él. Mientras se movían al ritmo de la música, Camila notó cómo Guido se alejaba un poco, agarrando un vaso.

Nicolás se acercó al oído de Camila y le susurró suavemente: — No hay ni una probabilidad de que volvamos, ¿verdad? Todavía te extraño, Camí.

Las palabras de Nicolás resonaron en su cabeza mientras su mirada se cruzaba con la de Guido. En ese instante, ambos se dieron cuenta de todo lo que había entre ellos. Camila sintió que necesitaba alejarse.

— Me voy al baño —dijo, tratando de mantener la compostura.

— Anda, el de mi cuarto —respondió Nicolás con una sonrisa. Camila pasó junto a Guido, lanzándole una mirada rápida que indicaba que lo necesitaba a su lado. Sin dudar, él la siguió hasta el cuarto. Al entrar, Camila cerró la puerta con llave, buscando un momento de privacidad.

— ¿Por qué me miras tanto? Me incomoda —dijo Camila, apoyándose contra la pared con los brazos cruzados, intentando mantener su actitud dura.

— Pato me dijo que estás soltera —respondió Guido, acercándose a ella. Camila se quedó quieta, mirándolo con atención.

— Me encanta cómo tienes el pelo ahora —dijo Camila, tratando de cambiar de tema.

Te estaba cazando, amor —replicó Guido, acercándose aún más.

— Vos y yo tenemos cosas pendientes, tenemos que arreglar muchas cosas, Guido —dijo Camila, manteniendo un tono firme. No quería perder la cordura ni mostrarse vulnerable ante él.

— ¿Y por qué no lo arreglamos ahora? Ninguno de los dos está con nadie... Antes fuimos un desastre, pero ahora no hay nadie a quien lastimar —dijo Guido, acercándose a su boca. Camila, sin embargo, le corrió la cara.

— Cada vez que te veo con Nicolás, siento unos celos que no te imaginas. Me dan ganas de pelear con vos —Camila lo miró a los ojos, y esa confesión captó completamente la atención de Guido.

Camila se acercó a su rostro, colocando sus manos en sus mejillas y acariciándolas suavemente.

— No me digas esas cosas porque soy capaz de tirar todo a la basura y dejarme lastimar por vos de vuelta —dijo Camila, su voz temblando un poco.

— No te voy a lastimar nunca, Antonia. Ya no soy así —respondió Guido con una sonrisa, mientras finalmente besaba sus labios.

Camila correspondió al beso, y después de tres años, sus labios finalmente se reencontraron. El beso comenzó a intensificarse; Guido empezó a besar su cuello, y Camila soltó pequeños jadeos, dejando que la pasión la envolviera.

— ¿Esto sirve como perdón? —preguntó Guido entre besos, mientras continuaba explorando el cuello de la chica. Camila mordió su labio al sentir el roce de sus labios. Guido colocó una mano en uno de los pechos de Camila y comenzó a acariciarlo.

— Este vestido tan ajustado, ¿qué esperas? ¿Que todos vean lo que tenés? vas a ser mía, tarde o temprano —dijo Guido, mientras seguía masajeando el cuerpo de Camila hasta que ella, sintiéndose abrumada, se separó de él. Guido se apoyó contra la pared y la miró, su respiración entrecortada.

Camila, con una pizca de atrevimiento, se arrodilló y empezó a bajar el cierre del pantalón de Guido. Con delicadeza, colocó su mano en el interior de su bóxer y comenzó a moverla lentamente.

Guido se mordía el labio, haciéndole la seña de que se levantara, y ella obedeció, pero no dejó de mover su mano. Él la besó y el beso se volvió desesperado. Guido levantó un poco el vestido de Camila, metiendo su mano dentro de su ropa interior.

Ambos se estaban entregando el uno al otro. El beso continuó, con movimientos bruscos de sus lenguas, y ambos estaban al borde del orgasmo hasta que Guido la agarró de las caderas y la tiró a la cama.

— ¿Sabes si hay preservativos? —preguntó Guido, y ella asintió, señalando la mesa de luz.

— Apa... Cómo sabes eso? —replicó él con una sonrisa traviesa.

Guido se estiró para abrir el cajón y sacar un paquete de condones. Camila, sintiéndose audaz, se quitó la ropa interior y la tiró al piso. Mientras Guido la miraba, ella comenzó a hacer movimientos circulares con su dedo en la punta de su pija. Él soltaba gemidos, y gracias a la música fuerte que sonaba fuera de la habitación, no se escucharía nada.

Esta relación sexual sería diferente para ellos, porque esta vez no había un tercero entre ellos; no estaban engañando a nadie. No era un sexo rápido y sin sentido; esta vez se estaban tomando el tiempo para disfrutar.

Guido separó las piernas de Camila y comenzó a acariciar sus muslos, mientras besaba su cuello. Camila acariciaba el pelo de Guido y sonreía, sintiendo cómo cada roce de él erizaba su piel. Guido se separó de su cuello y la miró. Camila adoraba su mirada. El brillo en los ojos de Guido y esa hermosa sonrisa que tanto le encantaba la hacían sentir viva. Después de diez años, finalmente podían estar juntos.

De un tirón, Guido sacó el vestido de Camila y empezó a besar su piel desnuda, de un extremo a otro. Ella disfrutaba cada momento, sabiendo que Guido era excelente en eso. Pero cuando él quiso avanzar, sin previo aviso, colocó su miembro en su intimidad, haciéndola gemir.

Guido, queriendo hacerse el chistoso, sacó y volvió a introducir su miembro, luego comenzó a moverse lentamente y con cuidado. Camila lo abrazó por el cuello y lo besó con pasión, mientras Guido correspondía, moviendo su lengua. Los movimientos se volvían cada vez más bruscos, y Camila gemía, mordiendo el labio de Guido.  los músculos marcados de sus brazos la excitaban. Tenía una multitud de pensamientos sobre lo que quería que le hiciera.

Guido comenzó a mover sus dedos en el clítoris de Camila.

— G-Guido... —intentó decir algo, pero solo lograba emitir gemidos.

— sos mía y de nadie más —dijo Guido mientras cambiaban de posición, con él abajo y ella arriba. La vista que tenía Guido era hermosa. La tomó de las caderas y empezó a moverse más rápido. Acostado, con una musculosa que marcaba sus brazos, Camila estaba disfrutando de cada momento. Deseaba que esa sensación no terminara, porque la estaba disfrutando al máximo. Camila ayudaba un poco a Guido mientras se movía, mordiendo su labio. El calor y la excitación que sentían los acercaban cada vez más al clímax. Cada movimiento brusco de ambos los llevó finalmente al orgasmo. Camila se acostó al lado de Guido y lo besó con ternura.

Después, Guido se quitó el preservativo y fue a tirarlo al baño. Camila se vestía mientras Guido solo se acomodaba el pantalón.

Al mirar el desastre en la cama de Nicolás, Camila empezó a alisar la frazada arrugada.

— ¿Crees que Nicolás se dé cuenta de que alguien estuvo acá? —preguntó Camila, y Guido negó con la cabeza.

— Nah, no creo...

— Si vos lo dices.

— ¿Y si intentamos salir, Camila? —mira el rubio a la chica—. Diez años después... tardamos en ser algo. Creo que es el momento, ¿no?

Camila se quedó en silencio. Tenía razón, Guido. Tomó la mano de Guido y entrelazó sus dedos.

— Sin lastimarnos mutuamente.

— Ah, ¿viste que ahora no me hablas seca? Te faltaba una sacudida. —dijo Guido, sonriendo.

𝐃𝐢𝐞𝐳 𝐝𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬. || 𝐆𝐮𝐢𝐝𝐨 𝐀𝐫𝐦𝐢𝐝𝐨 𝐒𝐚𝐫𝐝𝐞𝐥𝐥𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora