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Cuando vi que se desmayaba y su cuerpo iba a desmoronarse por completo, alcancé a alcanzarlo, tumbandonos al suelo por mi poco agarre equilibrado, fácilmente pude sostenerlo mejor, pues no pesaba mucho.

Pero reaccioné tarde y muy lento, las palabras dichas a los cuatro vientos me hizo temblar, quizás de la emoción o vergüenza de la situación.

¿Realmente Satoru me amaba? ¿O solo era una broma? No sé porque sigo dudando de él de esa manera, no somos nada, aún, pero con él siento de todo.

Sin embargo, mi miedo a amar es realmente abrumador como si se tratara de algo tan aterrador como una película de terror. Temo que me abandone o que solo me use.

Cada día me da una nueva esperanza, una ilusión y eso me incentiva a seguir, al igual que una abeja al polen de una flor, mi hermosa flor de loto.

—¡Satoru! — gritó el azabache palpando sus mejillas, su pulso era estable, quizás era algún bajón de presión por el shock.

Lo cargue entre mi brazos, me quejé levemente, las heridas de mis recientes cortes seguían tan frescas que se pegaban a mi ropa. Sí, si eso piensan, lo hice de nuevo, de cierta forma está fecha no era agradable para mí.

—Lo llevaré a dónde Yuki, mantengan la calma — habló de manera seria, antes de pudiera pasar por la puerta de la cafetería se detuvo. —Por cierto, felicidades Utahime y Shoko — finalizó con una sonrisa.

A medida que avanzaba hacia el consultorio de la mujer, los pensamientos acaloraban la situación. Se siente tan confundido ahora y a la vez más seguro que nunca, quiere a este hombre en su vida. Lo necesita.

—¡Diablos! ¡Ya casi ganaba! — exclamó Yuki enojada, retorciendose en su asiento, había perdido contra una máquina en un juego de cartas.

Bufo molesta, rápidamente torno su mirada hacia atrás, pues tenía una sensación de que alguien había ahí.

— Geto....¡Satoru! ¿Qué pasó?

— Se desmayó, no sé porque....

Geto observó el cuerpo inerte del peli blanco, lo recostó en la camilla, arreglando algunos mechones rebeldes en su frente.

— Gracias por traerlo, debiste de pedírselo a Toji

—Yo podía hacerlo solo, soy lo suficientemente fuerte para cargarlo si se tratara de vida o muerte.... — respondió el joven de manera tosca, acariciando las mejillas del peli blanco.

— No lo decía en esa forma....No siempre podrás ayudarlo, aveces tu vida tomará otros rumbos, nadie puede frenarte a avanzar

Yuki tomó un pequeño bote de alcohol, lo unto un poco en un algodón y lo posiciono por encima de la nariz de Satoru. Así podría despertarse por el intenso olor.

— Yo lo necesito y él a mí....Mi vida será dedicada a su bienestar

— Creo que estás empezando depender de Satoru, eso está mal

—No te entrometas, Yuki — susurró el azabache nervioso, apretando sus puños. Su cuerpo temblaba. Era verdad lo que decía, pero no quería aceptarlo.

—¿Has estado tomando tus pastillas?
— preguntó la rubia con frialdad, claro, con su mismo tono preocupado y gentil. Intentó alcanzar el brazo del contrario, él se alejó temeroso.

— Geto....Tú

— ¡Al diablo todo, no necesito esas mierdas! ¡Necesito a Satoru! ¡Estoy bien así!

Geto gruño levemente y salió del consultorio, caminando a pasos rápidos y tambaleantes, como si alguien lo persiguiera.

La rubia solo lo se quedó observandolo, bastante preocupada, pues según su terapeuta, su depresión iba empeorando, se sentía cada vez más solo, más incomprendido.

❝𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐄𝐭é𝐫𝐞𝐨❞ || [𝘚𝘶𝘨𝘶𝘴𝘢𝘵𝘰]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora