Día 56

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El día que Rose Collins conoció a Yoshida estaba nublado como ningún día en meses, las nueves estaban por todas partes, gordas y unas más grises que otras, eran minutos para que el agua se soltara. Aun con todo eso aquello no le importaba a la joven Collins de solo seis años de edad que quería disfrutar del cielo sentada en la banqueta afuera de su casa, amaba ver los días lluviosos.

—Hola, niña— Saludo un chico que se había puesto frente a ella.

El chico no era tan alto como ella, tenía el pelo casi rapado y unos ojos rasgados.

—Hola.

—¿Quería preguntarte si querías jugar voleibol conmigo?—Preguntó el joven.

—Lo siento, pero no se jugar.

—Yo tampoco, así que será justo.

—Deberías pedírselos a los chicos de la cuadra, a ellos les encanta jugar toda clase de cosas donde se usen pelotas.

—Fui pero me rechazaron y se burlaron de mí por ser un chinito, pero eso está mal porque soy japonés.

—Así que tú eres de la familia que se acaba de mudar

—Así es.

—¿Cómo es Japón?

El chico soltó una pequeña risa.

—Nunca he ido a Japón aun cuando soy uno, es raro.

—¿Me puedes responder algunas preguntas sobre ti? Soy muy curiosa y tengo varias dudas sobre ti.

—Las responderé a cambio de que juegues conmigo, yo no quiero jugar, pero papá compro la pelota para que me relacionara con los chicos de por aquí, pero eso no ha funcionado, entonces si tu juegas conmigo y nos ve no se sentirá triste de que no tenga amigos, ¿entonces es un trato?

—Okay.

Ambos comenzaron a jugar en el jardín de enfrente del chico, los dos eran pésimos, pero entre ellos aprendían. Rose preguntaba y el chico le respondía. Todo iba bien hasta que la lluvia comenzó a caer, no cayo suavemente, no, cayo de golpe, lo que causaba que cada gota de agua fuera más pesada que la anterior.

—Debo irme—Le dijo Rose tirándole el balón de regreso ya que ella lo tenía entre sus manos.

—Tu casa queda a cinco casas, mejor entra a la mía, hay un teléfono, puedes hablarle a tus papás y decirle que estas aquí.

Rose asintió y ambos entraron a la casa. El joven se las presentó a sus padres como "la vecina que queda a cinco casas". Le prestaron el teléfono a la joven, la chica sabía el teléfono de su casa porque a cara rato sus padres se lo recordaban por si había alguna emergencia alguna vez, al tercer tono contestó su madre.

La chica le pidió permiso para quedarse ahí mientras se calmaba la lluvia, su mamá acepto, pero le pidió que le pasara a algún adulto para hablar ya que no conocía nada de esa familia, Rose le dijo a el joven y él le paso el aparato a su madre. El chico le dijo a la pelirroja que le siguiera hacía la chimenea, ahí podrían calentarse ya que ambos estaban mojados. Después de unos minutos la madre del joven les trajo unas toallas para que se las pusieran encima, galletas y leche.

—¿Por qué estabas sentada sola en la banqueta?—Le preguntó el chico.

—Por aquí hay puros niños, soy la única chica así que no tengo amigos, los chicos no se quieren juntar conmigo porque dicen que les pasare piojos o algo así, pero yo no tengo piojos, por eso cuando me hablaste me pareció muy raro, estoy acostumbrada a andar sola.

Un darks encantador //editando//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora