Broma del Destino

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Capítulo 4: Broma del Destino

POV Karime

Desperté con la cabeza pesada, el cuerpo agotado y la garganta irritada. No podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Era un resfriado tonto, pero lo suficientemente molesto como para poner en peligro mi jornada. Y no cualquier jornada. Hoy era el día de las audiciones, el día en que debía decidir quién sería la persona que conduciría mi nuevo proyecto. Un día que no podía permitir que un resfriado arruinara.

—¿No te vas a quedar en cama hoy?— preguntó Micky desde la puerta, con una expresión preocupada, mientras me veía toser y frotarme la nariz.

—¿Y perderme esto? No, no puedo — Mi voz sonó más débil de lo que quería admitir. Pero lo que menos podía hacer era faltar a algo tan importante para mi carrera.

—Karime, por favor, no seas terca. Tienes que descansar,— insistió Luigi, entrando con una taza de té en la mano. —Además, el trabajo no se va a ir a ningún lado. ¿Qué tal si tomas un día para recuperarte?—

Los miré con una sonrisa cansada. Los dos estaban preocupados, eso lo sabía. Pero no podía quedarme en casa. No era una opción.

—Soy Karime Pindter, chicos, no voy a faltar al trabajo por algo tan tonto como un resfriado. Además, ya me siento mejor. Un par de pastillas y listo — Me levanté de la cama con dificultad, yendo al baño para darme un vistazo en el espejo. Mi piel estaba pálida, los ojos ligeramente enrojecidos. Pero no había tiempo para preocuparme por eso.

Luigi me observó con escepticismo, pero no dijo nada más. Micky, en cambio, se cruzó de brazos y soltó un suspiro.

—Está bien, pero si te desmayas en el camino, no digas que no te lo advertimos.

—No me voy a desmayar, Micky, tranquilo. —Agarré la medicina que necesitaba y me la tragué rápidamente antes de ponerme en marcha. No había vuelta atrás.

Mientras me vestía, pensaba en lo absurdo que era que un simple resfriado estuviera interfiriendo con todo. Había trabajado tan duro para llegar hasta aquí, para conseguir que este programa fuera un éxito. No podía dejar que algo tan pequeño me detuviera. No podía.

Finalmente, me subí al coche y me dirigí a los estudios. Sabía que llegaba tarde. El tráfico de Los Ángeles siempre era una pesadilla, y ese día no era la excepción. Pero mi mente estaba centrada en una sola cosa: las audiciones. A pesar del dolor de cabeza que tenía, sentía una emoción indescriptible. Era un momento importante, y no podía dejarlo pasar.

Al llegar a los estudios, me sorprendió ver un tumulto de personas en la entrada. Decenas de fans, cámaras, y una energía vibrante que se podía sentir a kilómetros de distancia. Miré alrededor, intentando discernir si alguno de ellos estaba allí por mí. Pero la realidad era que no me estaban buscando a mí. Estaban allí para alguien más, alguien mucho más importante que yo. En este punto, las personas que conocían mi trabajo ya estaban acostumbradas a ver mi cara en revistas, pero el glamour de la fama se había quedado atrás para mí.

Una de las pocas cosas que realmente extrañaba de ser conductora era ese contacto directo con los fans. Cuando era solo la cara visible en la pantalla, la gente te veía y te adoraba sin conocer realmente quién eras. Pero una vez que te metes tras las cámaras, esa conexión desaparece. El mundo de los fans es un mundo que, por más que te lo expliquen, no puedes entenderlo del todo hasta que lo vives. Y ahora, aquí, en los estudios, me encontraba de nuevo siendo solo una espectadora de ese fervor. Los fans no ven a la persona detrás de las cámaras, solo a la figura que aparece en su televisor.

Avancé entre la multitud, ignorándolos, sin querer detenerme ni un segundo. Mi objetivo estaba claro. Las audiciones estaban por comenzar, y tenía que estar ahí. Necesitaba ver por mí misma quiénes eran los finalistas, quiénes serían los que podrían unirse a mi programa.

El Precio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora