La chispa de una lucha

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Capítulo 27: La chispa de una lucha

POV Gala

El televisor parpadeaba frente a mí, iluminando tenuemente la habitación del hotel. Las persianas estaban cerradas, y el aire dentro se sentía denso, como si la misma atmósfera reflejara el caos en mi mente. En la mesa frente a mí, una pila de DVDs permanecía a medio desordenar, testigos silenciosos de la lucha interna que llevaba horas librando.

Decidí comenzar con los capítulos de las novelas, porque eran más recientes, según las etiquetas que mi madre había escrito con su letra perfectamente pulcra. Pensé que sería una forma lógica de reconstruir el rompecabezas de mi vida, empezando por lo más próximo. Pero apenas logré soportar un par de escenas.

Ahí estaba yo, en la pantalla, con una interpretación tan precisa y medida que me hacía sentir incómoda. Mi actuación parecía meticulosamente coreografiada, como si cada línea, cada gesto, estuvieran calculados al milímetro. Pero, ¿dónde estaba yo en todo eso? No veía emociones reales, no sentía vida.

"¿Por qué actúo como un robot?" pensé mientras miraba fijamente la pantalla. Mi cabeza comenzó a doler, pero no tanto como mi corazón. Había algo profundamente vacío en lo que veía, algo que me dejaba con una sensación amarga en la boca del estómago.

No entendía cómo podía haber pasado tanto tiempo en ese mundo sin darme cuenta de lo mecánica que parecía. Apretando los labios, saqué el DVD y lo devolví a su caja. Quizá las entrevistas fueran diferentes. Tal vez, pensé, allí encontraría algo que me ayudara a conectar con esa Gala que no lograba recordar.

Puse uno de los discos etiquetados como "Entrevistas con Sam." Desde el primer minuto, supe que había cometido un error.

Sam estaba sentado a mi lado en un set brillante y colorido, con un micrófono en mano. Su sonrisa era amplia, y sus comentarios eran... ¿graciosos? Supongo que algunos podrían haberlos encontrado divertidos, pero a mí solo me parecieron forzados y un poco estúpidos. Lo peor era verme a mí misma riendo, como si realmente pensara que él era la persona más graciosa del mundo.

Mi risa era vacía, y cada respuesta que daba a los periodistas sonaba automática, casi como si alguien me estuviera dictando lo que debía decir. Mi sonrisa no llegaba a mis ojos, y eso me asustaba más que cualquier otra cosa.

"¿Por qué estoy así?" me pregunté, mientras la tristeza en mi mirada atravesaba la pantalla y me alcanzaba. Mi cabello, mi ropa, incluso mi maquillaje... nada me parecía familiar. Era como si estuviera viendo a una extraña usando mi cara.

Saqué el disco apresuradamente y lo dejé caer sobre la mesa, empujándolo lejos de mí. Una parte de mí quería llorar, pero otra se sentía entumecida, incapaz de procesar lo que estaba viendo.

"¿Y si mi cerebro está olvidando esta etapa de mi vida porque fue tan vacía y deprimente que no vale la pena recordarla?"

El pensamiento me golpeó como una ráfaga de aire frío. Quizá ese vacío, esa falta de autenticidad, era la razón por la que mi memoria me estaba traicionando. Tal vez mi subconsciente estaba tratando de protegerme de algo que no quería revivir.

Decidí darle una oportunidad a las películas. Tal vez, pensé, una comedia podría ser diferente. Escogí "Hasta la madre de la Navidad" principalmente porque su título me hizo sonreír un poco.

Desde los primeros minutos, algo cambió. La pantalla mostraba una historia ligera, llena de momentos ridículos y personajes entrañables. Mi yo en la película parecía más... yo. Las expresiones eran más naturales, las risas más sinceras. Por primera vez desde que comencé a ver estos DVDs, sentí una chispa de conexión.

El Precio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora