Año Nuevo, Viejos Recuerdos

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Capítulo 22: Año Nuevo, Viejos Recuerdos

POV Gala

El sonido del secador de pelo de Beba retumba en la habitación, pero no me ayuda a distraerme de todo lo que está ocurriendo en mi cabeza. Me siento en la silla, con la vista fija en el espejo, mientras ella me da instrucciones sobre cómo posar para que el maquillaje quede perfecto. Sé que lo hace con la mejor de las intenciones, pero no tengo ánimos de pasar por todo este proceso.

—¿Gala? Mira, ya casi estamos. Relájate. Este look te va a encantar —me dice, mientras trabaja en mis ojos con una delicadeza que no sé si puedo soportar.

—Beba, no insistas —respondo, mirando mis manos sobre mis piernas. —. No quiero estar aquí, ni con este maquillaje. Vamos a cenar en pijama, como siempre, con las mismas personas de siempre. ¿Por qué tienes que hacer todo esto? No tengo ganas de celebraciones.

Beba hace una pausa en su trabajo, mirando mi reflejo en el espejo. Hay una mezcla de frustración y ternura en su rostro. Sé que no le gusta escucharme decir que no quiero estar bien, pero hay algo en mí que se siente ajeno a toda esta preparación.

—No seas tonta, Gala. Sabes que este año no es como los demás. Necesitas salir de esa burbuja en la que te has metido. No vamos a dejar que la tormenta de este año, la de tus recuerdos perdidos, nos arruine la noche. Además, ya tienes 27 años, no 18. Es hora de que te pongas algo que te haga sentir bien, que te recuerde quién eres. No eres la misma de hace unos meses, pero eso no significa que no puedas disfrutar de las pequeñas cosas.

Sus palabras, aunque sinceras, me hacen sentir aún más distante de lo que estaba antes. Me siento como si me estuviera colocando en un traje que no me queda, como si intentara recuperar una versión de mí que ya no existe. Sin embargo, me siento atrapada. Beba no va a ceder. Y si no me dejo hacer esto, si no sigo su ritmo, se va a preocupar aún más.

—Está bien, está bien —digo finalmente, rindiéndome, pero no con ganas. Es lo único que puedo hacer, ¿no? Pretender que no me importa y seguirle el juego, aunque la incomodidad crezca en mi pecho con cada capa de maquillaje que me coloca.

Beba sonríe aliviada y vuelve a concentrarse en mis ojos, aplicando la sombra y el delineador con precisión. Me siento extraña, como si la Gala que alguna vez fui se estuviera desvaneciendo mientras ella intenta reconstruir lo que ya no soy. No soy esa chica que se emociona con un vestido elegante. No soy esa persona que se siente cómoda en fiestas o celebraciones. Pero estoy aquí, de pie, dejándome transformar por las manos de Beba.

—Eso es, ahora mira al frente, sé que te va a gustar. —Dice, y yo simplemente me dejo llevar por el ritmo. No tengo fuerzas para pelear. La siento tan cercana a mí, con su energía inquebrantable, que incluso me cuesta decirle lo que realmente siento. No me siento bien. No quiero verme diferente.

Después de un largo rato, finalmente terminamos. Beba me mira con una sonrisa satisfecha, como si hubiera hecho magia. Cuando me doy cuenta de que la transformación está completa, me siento un poco desorientada. Mi rostro es diferente. Más maquillado, más adulto, pero algo en la forma en que me veo en el espejo me resulta ajeno. No reconozco a la persona que me devuelve la mirada.

—No me siento cómoda —confieso, mirando mis ojos maquillados y mis labios ligeramente más rojos de lo que estoy acostumbrada. Me siento como si estuviera usando una máscara, una que no puedo quitarme.

Beba me observa un momento, y luego, con una sonrisa comprensiva, dice:

—Gala, tienes que dejar ir esa imagen que tienes de ti misma. Esta es la Gala adulta. Y lo que llevas ahora es lo que la versión adulta de ti usaría. No todo tiene que ser como antes. La vida cambia, y tú también lo has hecho. Cambiar no significa perder lo que eres, solo significa que estás permitiendo que el tiempo te transforme.

El Precio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora