El Precio de los Sueños

Bajo los reflectores

Capítulo 15: Bajo los reflectores

POV Karime

El día finalmente llegaba a su fin, y mientras la última reunión de la jornada concluía, no pude evitar sonreír. Gala y yo definitivamente éramos un gran equipo. Lo supe desde el principio, aunque no quería admitirlo. Habíamos complementado las ideas de una manera tan fluida, tan natural, que los directivos de Paramount ni siquiera intentaron ocultar lo complacidos que estaban con la química entre la productora y la conductora. Y yo, desde mi posición, trataba de mantener la profesionalidad, aunque por dentro me sentía más relajada de lo que jamás pensé que podría estar trabajando con ella.

Desde el momento en que entró a la oficina, Gala había demostrado que no era solo una actriz, sino una persona brillante, con ideas frescas, que no tenía miedo de expresarse. Me sorprendía lo mucho que había aprendido en poco tiempo, lo bien que había manejado su transición al lado de la conducción. El hecho de que se hubiera adaptado tan rápidamente, y que lo hubiera hecho sin pretender ser alguien que no era, me hizo admirarla aún más. Lo que antes había sido un lazo difícil de definir, ahora comenzaba a sentirse como una colaboración genuina. Como si estuviéramos haciendo lo mismo, pero desde diferentes perspectivas.

Casi sin darnos cuenta, la jornada laboral había llegado a su fin. Los directivos, satisfechos con el trabajo hecho, nos dieron unas palmaditas en la espalda, y todos se levantaron para irse. Gala, siempre tan tranquila, compartió algunas bromas con el equipo mientras yo tomaba mi bolso y me ponía de pie, lista para salir. Necesitaba encontrar un espacio para despejar mi mente, para pensar con mayor claridad. Había algo que no dejaba de rondar en mi cabeza desde el primer momento en que Gala había llegado a la oficina, y no era solo el trabajo. No. Había algo más, algo que me desestabilizaba. Pero aún no podía ponerle nombre a eso.

Rápidamente me dirigí hacia el lobby de los estudios, decidida a salir y buscar algo de paz en la soledad de mi habitación. Necesitaba estar sola, lejos de toda la agitación de la jornada. Quería quitarme de encima ese nudo incómodo que se me había formado en el estómago desde que Gala había comenzado a hablar, a compartir sus ideas. Algo dentro de mí seguía sin encajar, pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar que todo esto había sido una suerte de destino. Tal vez eso era lo que más me asustaba: cómo la vida me estaba llevando por un camino del que no sabía si quería seguir.

Pero cuando llegué al lobby, mis planes cambiaron por completo.

Ahí estaba ella, mi madre, sonriéndome con esa expresión cálida que solo ella sabe dar. Isabel, mi madre, siempre tan serena, tan llena de amor, tan dispuesta a dar. No me esperaba verla tan pronto. Pensaba que no la vería hasta el mes siguiente, cuando vinieran con mi papa para pasar las navidades. Pero ahí estaba, como si el destino hubiera querido interrumpir mi espiral de pensamientos con su presencia reconfortante. El verla me hizo sentir una mezcla de alivio y culpa, como si por fin pudiera respirar, pero también como si hubiera dejado de lado algo importante, algo que no podía entender.

—Karime, cariño —dijo mi madre con esa voz suave pero llena de energía—. ¡Te extrañaba tanto! No podía esperar hasta las vacaciones para verte. ¿Qué tal si vamos a cenar?

Mi mente seguía trabajando a mil por hora, pero mis piernas ya habían reaccionado antes que yo. La abracé sin pensarlo, envolviéndola entre mis brazos como si su presencia pudiera devolverme el equilibrio que sentía que había perdido.

—Te extrañaba también, mamá —le respondí, aunque por dentro seguía algo turbada.

Mi madre era mi refugio. Siempre había sido la persona a la que acudía cuando las cosas se volvían demasiado difíciles de manejar. Ella siempre sabía cómo calmarme, cómo hacerme ver las cosas con una perspectiva diferente. Y en ese momento, mientras la sostenía, me sentí un poco más en control.