El Eco de un Milagro

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Capítulo 31: El Eco de un Milagro

POV Karime

Habían pasado tres días desde la conferencia de prensa, y el aire en la casa estaba tan denso que parecía que podrías cortarlo con un cuchillo. Cada rincón parecía impregnado de un silencio cargado de emociones no expresadas, como si la casa misma compartiera nuestra incertidumbre. Cada mañana me despertaba con la esperanza de que ese día sería diferente, de que algo cambiaría, de que habría un mensaje, una llamada, una señal. Pero cada anochecer me encontraba en el mismo lugar, sentada frente al cirio que aún ardía en la mesa del comedor, observando la llama que parpadeaba suavemente.

Ese pequeño fuego se había convertido en un símbolo de algo que me negaba a dejar morir: la posibilidad de un milagro. Al principio, cada vez que miraba la vela, sentía una chispa de esperanza, una certeza inexplicable de que Gala estaba bien y que, de alguna forma, encontraría el camino de regreso. Pero con cada día que pasaba sin noticias, esa chispa parecía consumirse lentamente, como si la llama estuviera luchando contra el viento invisible del desaliento.

Acababa de regresar de una reunión con mis abogados. No había sido la primera, pero sí la más desalentadora. Entré en la sala con pasos lentos, cargando el peso de cada palabra que había escuchado. Beba y Micky estaban esperándome, sentados en el sofá, con las expresiones tensas de quienes sabían que las noticias no serían buenas.

Sus miradas ansiosas me recibieron en cuanto crucé la puerta.

—¿Cómo te fue? —preguntó Beba, su tono cargado de preocupación y una pizca de miedo.

Me dejé caer en uno de los sillones, sintiendo cómo el agotamiento emocional se extendía por mi cuerpo como una pesada manta. Las palabras se atoraron en mi garganta por un momento, y cuando finalmente salieron, apenas reconocí mi propia voz.

—No es bueno —admití, mirando el suelo por un instante antes de encontrar el valor para levantar la vista hacia ellos—. Según el abogado, la situación es muy complicada.

Micky frunció el ceño, inclinándose ligeramente hacia adelante como si estuviera preparándose para recibir un golpe.

—¿Qué significa eso?

Suspiré, pasándome una mano por el cabello mientras trataba de encontrar la manera más clara, y menos dolorosa, de explicar lo que me habían dicho.

—Gala se fue por voluntad propia —comencé, odiando la forma en que esas palabras sonaban en mi propia voz. Era como si traicionaran todo lo que yo sabía en mi corazón—. Y como no está plenamente capacitada para tomar decisiones legales debido a su amnesia, su madre tiene el derecho legal de decidir por ella.

El silencio que siguió fue como una sentencia, pesado y aplastante.

—¿Así de simple? —preguntó Beba, su tono mezclando incredulidad y enojo—. ¿Porque tiene amnesia, mi madre puede controlarla completamente?

—No es justo, Karime —intervino Micky, su voz baja pero cargada de frustración—. Sabemos lo que Crista está haciendo. Gala no está en un entorno seguro, ni emocional ni psicológicamente.

—Lo sé —respondí, sintiendo cómo la rabia y la impotencia se mezclaban en mi pecho en un remolino sofocante—. Pero no es lo que sabemos, es lo que podemos probar. Y según el abogado, probar que Crista no es apta para cuidarla es un camino largo y complicado.

Beba se dejó caer contra el respaldo del sofá, cruzando los brazos mientras miraba al techo como si estuviera buscando respuestas en las grietas invisibles de la casa.

—Esto es una locura —murmuró, aunque su voz tenía más fuerza que resignación.

El ambiente en la sala se volvió aún más sombrío. Por un momento, nadie dijo nada. El silencio se extendió entre nosotros, pesado, como un testigo mudo de nuestra impotencia. Cada uno parecía perdido en sus propios pensamientos, tratando de encontrar una manera de romper el muro que parecía inquebrantable, de descubrir una grieta por donde se filtrara la esperanza.

El Precio de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora