Capítulo 15: Placeres y deberes ❤️🔥

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Los días hasta la boda pasaban con una mezcla de emoción y nerviosismo. Las mañanas de Penelope estaban ocupadas eligiendo flores, ajustando detalles con la modista y soportando las extravagantes ideas de su madre sobre la ceremonia. Pero al caer la tarde, siempre llegaba el momento que más esperaba: sus encuentros con Colin en el jardín Featherington.

Los primeros días, Colin mantenía un aire de caballerosidad impecable. Llegaba con flores frescas o pequeñas notas con frases románticas que arrancaban suspiros a Penelope. Sus conversaciones eran dulces y llenas de complicidad, como si cada palabra fuera un ladrillo en la construcción de su nuevo comienzo.

Sin embargo, a medida que los días pasaban, la intensidad de sus encuentros creció. Ya no se trataba solo de conversaciones inocentes.

Una noche, mientras la luna iluminaba los árboles, Colin la miró con una intensidad que Penelope nunca había visto. Estaban sentados en un banco, más cerca de lo que su madre aprobaría. Colin le tomó la mano, pero esta vez, no fue un gesto tímido.

—Penelope —dijo, su voz más profunda de lo habitual—, ¿alguna vez has imaginado cómo será nuestra vida después de la boda?

Penelope sonrió con timidez, aunque sentía que su corazón latía con fuerza.

—Claro que sí... Pero me cuesta imaginarte siendo tan paciente con las excentricidades de mi madre o los llantos de los futuros bebés —bromeó, intentando aliviar la tensión en el aire.

Colin no se dejó llevar por el tono ligero de sus palabras. Acercándose más, hasta que sus rostros quedaron a centímetros de distancia, le susurró:

—No me importa lo que venga, siempre que estés a mi lado. Pero confieso que... cada vez que estoy contigo aquí, en este jardín, pienso en lo mucho que me cuesta contenerme.

Penelope tragó saliva, sorprendida por la sinceridad en su tono.

—¿Contenerte? —murmuró, sintiendo cómo su voz temblaba.

Colin esbozó una media sonrisa y levantó su mano, acariciándole suavemente la mejilla.

—Contenerme de besarte como realmente quiero. De dejar claro cuánto te deseo, Penelope. Pero no quiero que me veas como un hombre incapaz de esperar por ti. Lo haré... si me lo pides.

Penelope no pudo evitar sonrojarse, pero algo en su interior se encendió. Sus sentimientos hacia Colin eran tan fuertes, tan intensos, que las palabras de él solo avivaron el fuego que ya llevaba dentro. Sin embargo, con una mezcla de valentía y picardía, se inclinó hacia él y le susurró:

—Tal vez no te pida que esperes tanto tiempo, señor Bridgerton.

Colin, sorprendido por su audacia, rió suavemente, pero su mirada no perdió esa mezcla de amor y deseo.

Sus encuentros se volvieron cada vez más íntimos. Aunque siempre mantenían las apariencias al inicio de la tarde, en cuanto la oscuridad les daba cobertura, sus manos buscaban entrelazarse más tiempo del permitido y sus besos se tornaban más largos y profundos.

A una semana de la boda, los días parecían alargarse interminablemente para Colin y Penelope. La expectativa, la pasión contenida y el amor que compartían se acumulaban con una intensidad casi palpable. Aquella noche la luna brillaba tenuemente sobre el jardín de los Featherington, y el aire frío de la noche se colaba entre las ramas, acariciando la piel de Penelope. Sentados en el banco de piedra, Colin y Penelope disfrutaban de su tiempo juntos, lejos de las miradas curiosas y las expectativas de la sociedad. Colin no podía apartar la vista de ella, con su cabello resplandeciendo bajo la luz plateada y sus mejillas ligeramente sonrojadas por el frío.

El accidente que me olvidóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora