Capítulo 19: Penélope vs Lady Killerdown

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*NOTA DE LA AUTORA: PARA ENTENDER ESTE CAPÍTULO ES NECESARIO HABER LEIDO EL CAPÍTULO 18. PARA SABER QUIEN ES LADY KILLERDOWN Y  QUÉ ES LA "SOLUCION TEMPORAL"
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Los últimos días que precedieron la boda de Colin y Penelope transcurrieron como un torbellino de preparativos y emociones contenidas. Entre la elección de flores, la disposición de las mesas y los últimos ajustes a los trajes, ambos se vieron atrapados en la vorágine de familiares, modistas y amigos ansiosos por ayudar. Sin embargo, siempre buscaban la manera de escapar de las miradas curiosas para encontrarse en el jardín de los Featherington, su refugio secreto.

Pero incluso en ese lugar que había sido testigo de tantos momentos íntimos, la privacidad les resultaba esquiva. Cada vez que intentaban robar unos minutos a solas, aparecía alguien: un Bridgerton buscando a Colin para discutir detalles del banquete, una Featherington preguntando a Penelope sobre las flores de los ramos, o incluso las criadas apresuradas con alguna nueva tarea urgente.

Una tarde, mientras Colin esperaba escondido tras un seto, vio a Penelope acercarse con su vestido azul claro que ondeaba con la brisa. Pero justo cuando sus manos estaban a punto de entrelazarse, la voz de Eloise rompió el momento:

—¡Colin! ¿Qué haces aquí? Mamá te está buscando para elegir el vino del brindis. —Eloise cruzó los brazos, esbozando una sonrisa traviesa al notar la cercanía entre ellos—. Y tú, Pen, ¿no deberías estar supervisando los postres?

Ambos suspiraron, frustrados pero resignados. Penelope se mordió el labio, intentando contener la risa, mientras Colin murmuraba:

—¿No se supone que una boda debería unir a dos personas, no mantenerlas separadas?

Apenas dos días antes de la boda, cuando finalmente la casa Featherington quedó en silencio tras otro agotador día de preparativos, Penelope se dejó caer en su cama con un suspiro aliviado. El bullicio había sido interminable, y aunque sabía que todo era por su felicidad, deseaba con todas sus fuerzas un momento de tranquilidad... o mejor aún, un momento con Colin.

Justo cuando sus pensamientos comenzaban a vagar hacia él, un leve sonido llamó su atención. Primero pensó que era el viento, pero luego escuchó un pequeño golpe en la ventana. Frunció el ceño, se levantó con cuidado y se acercó. Cuando corrió las cortinas, lo vio: Colin, parado en el jardín con una sonrisa traviesa y un brillo cómplice en los ojos, lanzándole una pequeña piedra para llamar su atención.

Penelope abrió la ventana, su corazón latiendo rápidamente al verlo.

—¿Colin? ¿Qué estás haciendo aquí? —susurró, tratando de mantener la voz baja para no despertar a nadie.

Colin, sin molestarse en bajar el tono, respondió con una sonrisa que solo él podía lucir en una situación así.

—¿Qué parece que estoy haciendo, Pen? Te estoy rescatando de este castillo de locura para pasar un rato conmigo.

Penelope no pudo evitar sonreír, aunque negó con la cabeza, ligeramente divertida.

—¿Sabes que mi madre nos matará si descubre que estás aquí?

Colin se encogió de hombros con fingida despreocupación.

—Vale la pena arriesgarse. ¿Vas a bajar o tengo que subir?

Penelope rodó los ojos, pero el rubor en sus mejillas delataba su emoción. Cerró la ventana con cuidado y se dirigió rápidamente hacia el jardín, asegurándose de no hacer ruido al cruzar los pasillos oscuros de la casa.

Cuando finalmente llegó al jardín, Colin estaba esperándola bajo el árbol donde habían compartido tantos secretos iluminado con la tenue luz de la luna. En cuanto la vio, su sonrisa se ensanchó.

El accidente que me olvidóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora