El accidente que me olvidó

Capítulo 1: El accidente que lo cambia todo

Penelope Featherington sentía su pecho arder con una mezcla de tristeza y desesperación mientras salía apresuradamente de la mansión Bridgerton. Las palabras de Colin seguían retumbando en su cabeza, como un eco que se negaba a desvanecerse. Se dirigió con pasos rápidos hacia el carruaje que la esperaba. Su respiración era errática y sus manos temblaban mientras trataba de controlar el torrente de lágrimas que ya empezaba a nublarle la visión.

Colin, el hombre que amaba desde siempre, había deshecho en un instante todo lo que ella creía construido entre ellos. Lo único que había deseado era estar cerca de él, compartir aquellos momentos que significaban el mundo para ella. Pero ahora él la veía como una traidora, una manipuladora. "¿Realmente pensaba que su amor era una farsa, una estrategia para atraparlo en un matrimonio?" Esa pregunta era como una espina que se clavaba más y más en su corazón.

-Al taller de Genevieve, por favor -le dijo al cochero, con la voz entrecortada. Necesitaba ver a su amiga, a alguien que pudiera brindarle un poco de consuelo, una palabra de apoyo en ese momento de desesperación. Genevieve siempre había estado allí, y en ese instante Penelope necesitaba el abrazo reconfortante de una amiga.

El cochero asintió y azuzó a los caballos. Penelope se hundió en el asiento, aferrando sus manos a las faldas de su vestido, intentando no dejarse consumir por el dolor. Afuera, la niebla nocturna comenzaba a cubrir la ciudad como un manto espeso, casi irreal, que envolvía los edificios y las calles en un silencio inquietante.

A medida que el carruaje avanzaba, Penelope dejó caer la cabeza en sus manos y dejó que las lágrimas fluyeran. Las imágenes de Colin, su mirada fría y sus palabras llenas de desprecio, la perseguían. ¿Cómo era posible que todo lo que había compartido con él, sus secretos y sus momentos más íntimos, se hubieran transformado en nada? ¿Cómo podía él ver todo eso como una simple manipulación?

El carruaje avanzaba despacio por la niebla, y el ambiente en el interior era opresivo, reflejando el estado de su corazón. Mientras tanto, afuera, el cochero intentaba guiar a los caballos con cautela, ya que la espesa niebla dificultaba su visión. Sin embargo, en un momento, uno de los caballos se asustó, probablemente al sentir algo en el camino que no podía ver. Desviándose bruscamente, el carruaje perdió estabilidad. El cochero intentó mantener el control, pero en cuestión de segundos, todo se desmoronó.

El carruaje se balanceó peligrosamente y luego se precipitó hacia un barranco al costado del camino. Penelope apenas tuvo tiempo de comprender lo que estaba sucediendo antes de que un impacto brutal la lanzara hacia un lado. Sintió un dolor agudo en la cabeza, y luego, el mundo se volvió negro.

El cochero, aturdido y tambaleante, se levantó como pudo después del impacto. Su cabeza daba vueltas, pero cuando recuperó la compostura, su primera preocupación fue la joven pasajera. Se apresuró a abrir la puerta del carruaje, sus manos temblaban de miedo mientras intentaba evaluar los daños.

Al abrir la puerta, su corazón se detuvo.

Allí estaba Penelope, inconsciente. Un hilo de sangre corría desde una profunda herida en su cabeza, y su rostro pálido mostraba las lágrimas que había derramado momentos antes del accidente. La visión de su piel blanca y su expresión de dolor silencioso le provocaron una punzada de culpa y urgencia.

-¡Señorita Featherington! -exclamó, sacudiéndola suavemente en un intento desesperado de hacerla reaccionar-. ¿Puede escucharme?

No hubo respuesta.

El cochero miró a su alrededor, buscando ayuda en la densa niebla que los rodeaba. Pero la noche estaba vacía y silenciosa, como si el mundo entero se hubiera detenido junto con ellos en ese barranco.