Capítulo 22: Segunda primera vez 🔥🔥

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Con una sonrisa traviesa, Colin empujó la puerta con Penelope en los brazos, llevándola al interior del dormitorio. El dormitorio estaba iluminado por la luz suave de una lámpara y la cálida chimenea. La cama, amplia y acogedora, estaba decorada con sábanas de lino blanco y esponjosas almohadas. Cortinas de un azul suave enmarcaban las ventanas, y un pequeño ramo de flores descansaba en la mesilla de noche.

—Bienvenida a nuestra casa, Penelope. Espero que este sea el primero de muchos momentos felices aquí.

Penelope, con los ojos brillando de emoción, recorrió la habitación con la mirada antes de volver a centrarse en él.

—Es perfecto, Colin. Todo esto... es más de lo que hubiera imaginado. —Su voz temblaba ligeramente por la emoción.

Colin bajó a Penelope con suavidad, sus movimientos llenos de cuidado y ternura. Apenas sus pies tocaron el suelo, tomó su mano y la condujo hacia un elegante escritorio de madera oscura que estaba colocado cerca de la ventana. Sobre él, destacaba una hermosa caja de madera adornada con intrincados grabados.

—Tengo algo para ti —dijo Colin, mirando a Penelope con una mezcla de emoción y un poco de nerviosismo—. Es un regalo para celebrar tu primer día en esta casa... nuestra casa.

Penelope se llevó una mano al corazón, conmovida por el gesto. Sus ojos recorrieron la caja, apreciando los detalles del grabado: pequeñas flores y hojas que parecían estar bailando en los bordes, y en el centro, dos iniciales grabadas con delicadeza: P.B.

—Colin... —susurró ella, su voz cargada de emoción mientras tocaba la caja con la punta de los dedos—. Es preciosa. ¿Qué hay dentro?

Él sonrió, inclinándose para abrir la caja y revelando su contenido. Dentro había varios pequeños objetos cuidadosamente dispuestos: un cuaderno encuadernado en cuero con las iniciales P.B., una pluma estilizada y un frasco de tinta, junto con un delicado collar de oro con un colgante en forma de pluma.

—Pensé que necesitarías un lugar donde plasmar tus pensamientos y recuerdos —dijo Colin, señalando el cuaderno—. Sé cuánto disfrutas escribir. Y el collar... bueno, es para recordarte que tu talento como escritora es una de las cosas que más admiro de ti.

Penelope tomó el cuaderno con cuidado, sus dedos acariciando la suave cubierta de cuero mientras una lágrima de emoción se deslizaba por su mejilla. Luego levantó la vista hacia Colin, su mirada llena de amor.

—Colin, esto es... es más de lo que podría haber soñado. Es perfecto. Eres perfecto. —Su voz tembló un poco mientras intentaba contener sus emociones—. No sé cómo merezco a alguien como tú.

Colin se inclinó y tomó su rostro entre sus manos, limpiando la lágrima con el pulgar.

—Pen, este regalo es solo un pequeño reflejo de todo lo que significas para mí. Quiero que esta casa sea un lugar donde puedas ser tú misma, donde siempre te sientas libre para crear, soñar y ser feliz.

Penelope no pudo resistirse más. Se lanzó a los brazos de Colin, abrazándolo con fuerza mientras su risa nerviosa se mezclaba con las lágrimas que ahora caían sin control.

—Gracias, Colin. Por todo. —Se separó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos, sus manos todavía apoyadas en su pecho—. Y prometo llenar este cuaderno con recuerdos maravillosos, empezando por esta noche.

Colin tomó las manos de Penelope con una suavidad que contrastaba con la intensidad de su mirada. La condujo hasta la cama, pero en lugar de sentarse o apresurarse, se detuvo frente a ella, dejando que el momento se impregnara en el aire entre ambos.

—Sé que lo que vamos a vivir esta noche te tiene tan emocionada como a mí —comenzó Colin, su voz baja y cálida, llena de una honestidad que hizo que el corazón de Penelope se acelerara—. Nuestra noche en el despacho de tu padre fue un adelanto increíble... —sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa antes de suavizarse—, pero sé que en el fondo esto te tiene un poco impresionada. Lo desconocido siempre lo hace.

El accidente que me olvidóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora