El accidente que me olvidó

Capítulo 28: Aceitunas

Un par de dias después, Penelope se despertó antes que Colin. Un leve mareo la hizo detenerse un momento al ponerse de pie, pero no le dio demasiada importancia. Se dirigió al baño, donde se lavó la cara con agua fresca, disfrutando de la sensación revitalizante. Miró brevemente su reflejo en el espejo, sonriendo al recordar lo feliz que era en Malta junto a Colin.

Decidió no despertarlo; después de todo, él había estado escribiendo hasta tarde en sus diarios la noche anterior. Caminó hacia el comedor, donde los sirvientes ya estaban ocupados preparando el desayuno. Penelope se acomodó en la mesa, disfrutando del aroma del café que llenaba la habitación.

Unos minutos después, Colin apareció en la puerta, despeinado y todavía algo somnoliento, pero con esa sonrisa que siempre hacía que el corazón de Penelope diera un vuelco.

—Mmm, café —murmuró Colin, inhalando profundamente antes de caminar hacia ella—. Pero creo que algo huele aún mejor... —Añadió, inclinándose para besar suavemente la mejilla de Penelope.

Ella rió, extendiendo la mano para tomar la suya.

—Buen día, dormilón. ¿Cómo te sientes hoy?

Colin se dejó caer en la silla junto a ella, estirándose antes de responder.

—Perfecto, ahora que estoy contigo. —Le dedicó una mirada traviesa antes de servirse una taza de café—. Aunque, debo admitir, despertarme sin ti en la cama no es lo ideal.

Penelope sacudió la cabeza, divertida.

—No quería despertarte. Parecías necesitar el sueño. Además, pensé que sería agradable esperar aquí contigo para variar.

Colin tomó un sorbo de café, dejando escapar un suspiro de satisfacción antes de mirarla más de cerca.

—¿Estás bien? —preguntó, notando un ligero brillo diferente en su mirada—. No me digas que esta isla ya te está aburriendo.

Penelope negó rápidamente, sonriendo mientras jugueteaba con el borde de su taza de té.

—Malta es perfecta. Tú eres perfecto. Creo que estoy disfrutando tanto que no sé si quiero que termine.

Colin se inclinó hacia ella, su expresión suavizándose.

—Pues no tiene por qué terminar, Pen. Este es nuestro momento, y podemos alargarlo tanto como queramos. —Le tomó la mano, acariciándola suavemente—. Pero, si algo te preocupa, sabes que puedes decírmelo, ¿verdad?

Penelope vaciló por un momento antes de sonreír y apretar suavemente su mano.

—Estoy bien, Colin. Solo tuve un pequeño mareo al despertar, nada más. Probablemente sea porque no cené mucho anoche.

Colin frunció ligeramente el ceño, pero decidió no insistir.

—Entonces asegúrate de comer bien esta mañana, ¿de acuerdo? No quiero que nada te haga sentir mal, ni siquiera por un instante.

Penelope asintió, su sonrisa creciendo mientras miraba al hombre que siempre estaba tan atento a ella. Penelope se detuvo un momento, observando a Colin más detenidamente. Algo en su atuendo, o la falta de este, captó su atención. Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa antes de que hablara.

—Por cierto, Colin... —dijo, su tono ligero pero lleno de diversión—. ¿Algún día vas a montar un escándalo si alguno de los sirvientes descubre que cuando bajas a desayunar en batín... no llevas nada debajo? Está bien que duermas desnudo por el calor, pero esto ya me parece provocación y soltó una pequeña carcajada

Colin, que estaba a punto de dar un sorbo a su café, se detuvo en seco, mirándola con una mezcla de sorpresa y picardía.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó, su sonrisa lentamente ampliándose mientras dejaba la taza en la mesa.