El accidente que me olvidó

Capítulo 8: La hora del té ❤️(Parte 2)

-Entonces, Colin...si no he entendido mal ¿has dicho que estarías dispuesto a verme casarme con otra persona y alejarme de ti, si eso me hace feliz?

Colin bajó la cabeza, incapaz de sostener la mirada en ese momento. La pregunta le atravesó el corazón, y, mientras trataba de encontrar las palabras, una lágrima silenciosa rodó por su mejilla. Con la voz quebrada, respondió:

-Sí, Penelope. Yo solo busco tu felicidad... con o sin mí. Aunque... -hizo una pausa, su voz temblorosa y cargada de emoción-. Aunque, antes de resignarme, lucharía. Lucharía hasta ver que tu felicidad ya no está en mi mano. No me rendiría fácilmente, no hasta que esté seguro de que tu camino te lleva lejos de mí.

Levantó la mirada, encontrándose de nuevo con los ojos de Penelope, y en su expresión no había egoísmo ni manipulación, solo una tristeza profunda y la certeza de que su amor por ella era verdadero, incluso si significaba verla en brazos de otro. Colin sabía que el verdadero amor implicaba dejar ir si era necesario, pero también estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su poder para que ella viera en él al hombre que siempre había necesitado y merecido.

Penelope lo miraba, en silencio, absorbiendo cada palabra y cada gesto. La sinceridad en los ojos de Colin era innegable, y por primera vez, algo en su corazón comenzó a suavizarse, como si las barreras de desconfianza y dolor empezaran a ceder.

La confesión de Colin hizo que algo se desbloqueara en la mente de Penelope, y de repente, los recuerdos felices comenzaron a agolparse en su cabeza, como destellos de luz que la envolvían en una calidez inesperada. Momentos de risas, miradas cómplices y conversaciones en las que solo estaban ellos dos pasaron rápidamente por su mente, devolviéndole fragmentos de una cercanía que había estado dormida en su interior. Sus bromas y chismes, cómo sus miradas a veces duraban un segundo más de lo necesario, y cómo él siempre parecía encontrarla en medio de una sala llena de gente. Cada recuerdo la acercaba más a ese Colin que ahora tenía frente a ella, el hombre que había decidido abrir su corazón con una sinceridad que la conmovía profundamente.

La distancia que una vez había sentido entre ellos se desvanecía a medida que esos recuerdos inundaban su mente, llenándola de un calor y un afecto que solo podía describirse como amor, un amor que tal vez nunca había dejado de existir, sino que simplemente había sido olvidado.

-Tengo una última pregunta para ti, Colin -dijo Penelope, su voz tranquila pero cargada de emoción contenida-. Necesito ordenar mis recuerdos para poder seguir adelante... y enfocarme en mi propósito de encontrar un marido en los bailes de esta temporada.

Colin, al escuchar esas palabras, levantó la cabeza lentamente. Sus ojos, que siempre parecían brillantes y seguros, empezaron a humedecerse, reflejando la lucha interna que lo consumía.

-¿Lo que hicimos para atraparnos en un matrimonio... fue un beso en mi jardín trasero? -preguntó Penelope con cautela, como si temiera la respuesta-. No sé si es un sueño o un recuerdo.

La habitación quedó en un profundo silencio, roto solo por el sonido de la respiración entrecortada de Colin mientras sus ojos buscaban los de ella, tratando de encontrar las palabras adecuadas para responder. Ella lo miraba con una mezcla de confusión y anhelo, tratando de discernir si ese momento tan íntimo y especial había sido real o simplemente una fantasía producto de su mente.

Tragó saliva y, con voz temblorosa, respondió:

-Sí, Penelope... fue real. -Los ojos de Colin se llenaron de lágrimas mientras continuaba-. Ese beso en tu jardín trasero no fue un sueño. Fue el momento en que dejé de resistirme a lo que siempre había sentido por ti, aunque no fui lo suficientemente valiente para admitirlo en voz alta. Fue... el primer momento en el que ambos dejamos de ser solo amigos y, por un instante, lo supimos.